Por: MANUEL ARANIBAR LUNA
Hay una especie en vías de extinción en el futbol moderno: la de los másters artilleros de cañonazos teledirigidos, los que meten goles de tiro libre a treinta o cuarenta metros del arco. Antes -vale la comparación- los había a patadas, hoy en día es difícil hallarlos. Son de los más buscaditos. Y entre ese puñado de francotiradores, para escozor de sus maldicientes, está Carlos Lobatón Espejo.
LOS AMOS DE LOS TIROS LIBRES.
El Loba en el Sporting Cristal, dentro de la tradición de los amos de los tiros libres, sigue la escuela de Gallardo, Arrelucea, Mifflin, Solano, Manassero, y hasta el Pincel Sheput (recordemos su golazo de media cancha). El Loba nos ha dado grandes satisfacciones con golazos, con lobatazos que en su mayoría los ha ejecutado con un mínimo de veinte metros de distancia al arco. El Loba la sabe jugar fino pero simple. La juega de toque cuando hay alguien que se la sabe devolver sin intereses. No es de lujos ni huachas innecesarias. Carlitos tiene, además, una facilidad innata, una predisposición para armar juego, para pasarla al compañero justo al pie, o bien administrar los ataques con pases de cuchara, en cortada, en callejón, en diagonal, al vacio.
Es del caso agregar que el Loba no siempre entra con la mecha prendida. Carlitos es jugador de inspiración. Algunas veces ingresa al cuadradito verde con caballitos de totora en vez de chimpunes, pensando más en los nidos de golondrina de Madagascar. Y cuando aparece así, desganado como recién regresado de luna de miel, no le sale ni siquiera un pase gratis para los juegos mecánicos. Pero cuando se enchufa, cuando se le prende el disco duro, ¡agárrate Catalina!, le brotan unos solos de guitarra eléctrica que dejan a Santana como una reverenda zapatilla.
EL LOBATAZO A COLOMBIA
Sí, aunque suene a lugar común, fue un lobatazo decisivo. Le cambió la cara al partido. Esta vez Carlitos entró con órdenes de recostarse a la derecha para alimentar a los de adelante y darles pases en callejón, surtirlos apenas la tuviera. Pero su tarea era aún más sacrificada: tapar a los colombianos que se filtraban por todos lados como hordas de invasores. Mientras que la defensa amarilla estaba en duelo contra Vargas, Guerrero y Periquito Chiroque, protegiendo la valla de su buen guardarredes.
Esa malla del equipo cafetero hacía buen tiempo que estaba invicta, intacta. La bola quería entrar, tenía que entrar, y entró, porque si no entraba esa tarde iba a caer nieve en la selva. Esta del partido con Colombia era una pelota que se prestaba para que la meta de contrabote, como le gusta definir a todo el mundo, porque así la pelota pasa limpia entre las narices de defensas y arqueros, porque un gol como el de esa tarde se queda grabado en las retinas de los fanáticos; y porque, en fin, la belleza de estos goles es inenarrable. Cuando la bola viene así, provocativa y zumbática, tentadora y juguetona, con esos veleidosos botes de “atrévete a tocarme” es una incitación al bombardeo frenético.
El Loba la conoce bien y , sabiendo que la mayoría de veces estas pelotas van a dar a las tribunas, le puso el empeine como para arrancar la moto, los dedos mirando al suelo y la pierna medio retorcida para fulminarla con el mismo taqueo de los billaristas a tres bandas, pero con esa furia que ocasiona la provocación de esos botes de pelota de playa por un desafortunado rechazo del golero colombiano que, para su desgracia, cayó en efecto dominó sobre su capitán, quien besó el pasto como si lo hubiera noqueado Tysson. Y Yépez, de yapa, le dejó la puerta abierta al Loba. Carlitos agradeció el obsequio que venía rebotando como trompo carretón. Fue un batacazo vigoroso, alimentado con maca y quinua, con chuño y polenta (no, no es una propaganda de productos naturales), y la pobre malla tuvo que comerse la pelota de un solo bocado: apoteosis, saltos frenéticos, pirámides blanquirrojas sobre Carlitos y alaridos histéricos de los relatores deportivos.
¡Ese es el Loba que todos queremos ver siempre!
¡Si así fuera en todos los partidos, Loba, estarías jugando en la primera división de España!
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