Por Manuel Araníbar Luna
La noticia latigueó con la fuerza de un rayo, tostando con furia las computadoras en medios y redes sociales y provocó sonrisas de satisfacción en algunos envidiosos. Se dijo que Gabo padece de locura senil, de Alzheimer.
Si se refiere la noticia a
la vejez – en años vividos- del autor de Cien
años de soledad, pues no hay nada que objetar, ya son ochentaicinco, si no me equivoco.
En lo que respecta a su
mente, a su locura, no es ninguna novedad. Todos lo sabíamos, era una locura
anunciada. Los verdaderos escritores, los más geniales, son locos y Gabo es uno
de los escogidos de los dioses, uno de los más destacados integrantes de ese “dream
team”. Es un Pelé de la pluma, un Mozart de la máquina de escribir, un Leonardo
de la invención de situaciones.
No bien apareció “Cien
años…” surgieron algunos puristas de la vieja escuela que dijeron que
Gabo estaba chiflado. El mismo Cabrera Infante lo descalificó. ¿Acaso no les llamaron locos a Tesla, a Dalí, a Chaplin, a Paganini, a Bach, a Poe, a Kafka, a Da
Vinci, a …? (añada usted sus locos).
Angel caído al corral
Existe un antes y un
después de Gabo. Qué hubiera sido de la literatura si esas fantasías no las
hubiera plasmado en tinta, si no hubiera inventado a Macondo y todos sus personajes. Teóricos matemáticos
como Newton y Einstein (otro par de locos geniales) nos transportan hacia un
universo abstracto de números, atracciones gravitatorias y mundos paralelos,
Gabo nos lleva en alfombra mágica a un mundo real, maravilloso y loco a la vez en el que mariposas amarillas persiguen
a un joven enamorado, las Rebecas ascienden al cielo, un ángel anciano cae a un corral. Bendita locura.
Nos sorprendió, y nos sigue
sorprendiendo aún, leer las exageraciones de Las mil y una noches, el Quijote, La Divina Comedia, Gargantúa y Pantagruel,
Bertoldo Bertoldino y Cacaseno y muchos pasajes del Antiguo Testamento. Pues Gabo tiene
un poco de la locura de todas esas obras. No por gusto todas ellas se han hecho
inmortales. Bendita locura.
“Dos veces me cago en natura”
Esa frescura, esa locura
juvenil no la encontraremos jamás en
escritores formales, en aquellos que construyen novelas con planos y fórmulas,
como quien construye un edificio, que pergeñan obras de ensamblado en serie al
estilo Henry Ford, o levantan un castillos de naipes unidos con pegamento
acrílico; pintores abstractos que hacen las mismas manchas que haría un perro
con la cola; músicos que reconstruyen temas con trozos de otras. La realidad de Gabo es otra, la realidad maravillosa
de Gabo está en su mente, “cagándose dos veces en natura” (como diría uno de
sus personajes). Y cuando plasma aquella famosa frase en “Cien años…” lo hace mandándole saludos
zumbáticos a toda la formalidad (es decir, natura) con el desparpajo con que se
expresan todos los locos del mundo, poniendo coraza de acero y paraguas gigante
a la lluvia de flechas venenosas, respingos y resquemores de los escritores de
saco, corbata y misa de seis a.m. en la catedral, porque los locos saben
quiénes los van a embestir. Bendita locura.
Si lo de Gabo es locura, pues
bendita sea su locura.
Lindo artículo, pero hablando en serio, no quiero ni pensar en ver a García Márquez con Alzheimer. Su imaginación sin límites seguro está pensando en José Arcadio que se sumió en la abstracción del mundo que lo rodeaba.
ResponderEliminarPor lo que usted escribe, supongo que entre los envidiosos figuran Vargas Llosa y Guillermo Cabrera Infante pero, ¿qué dijo Cabrera Infante de Gabo?, la verdad que no he leído nunca opiniones contra Gabo de parte del escritor cubano.
Cabrera Infante, luego de renunciar a la Revolución Cubana, dijo que el Gabo escribe para gente inocente, cándida, ilusa. y que sus obras no debían ser propagadas por ser amigo de Fidel. Con ese mismo criterio, las suyas (las de GCA) deberían ser ridiculizadas por ser él mismo amigo de Reagan, Nixon y Ford.
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