sábado, 12 de febrero de 2011

La lengüita de Larissa Riquelme: “Qué buenas pelotas en el Barza – Madrid."

Escribe: Manuel Araníbar Luna
manuel.aranibarluna@gmail.com
La sala de prensa del estadio— al terminar esa batalla llamada “Clásico Barza – Madrid”— repleta de marcianos con audífonos, cámaras y micrófonos supera los treinta grados, pese al invierno. Los reporteros se abalanzan y algunos son sacudidos por gorilas, cuyo cerebro está más vacío que el estadio después del clásico. Al ver esa batahola yo creía que el zafarrancho era para entrevistar a Villa por sus dos goles. Se lo pregunto a un colega que salía del zafarrancho, pero me dejó en blanco porque
1. No se le escuchaba nada por culpa del griterío.
2. No era un colega, era el ayudante de limpieza
3. Sólo hablaba en tailandés.
Pero, suerte mía, otro colega que sí habla español me ayudó.
—¿Cómo, no sabes quién es?
—Sorry, no.
—Es la que se pone el celular entre las toronjas.
—¿Alguna malabarista del circo? Pero por favor, qué tanta alharaca, en Sudamérica hay miles que lo hacen con las nalgas.
—¡No seas bruto!, es la modelo paraguaya mascota de su selección. Un monumento, mira y disfruta.
Por supuesto que no vi nada más que seis gorilas, muchos fotógrafos y camarógrafos que habían olvidado el desodorante. Pero, igual tuve que llamar al jefe.
—¿Eres bruto  o qué?  — me ladró en alemán mezclado con algunas maldiciones en ruso—. Consigue la entrevista a como dé lugar.
—Oye, pero…
—¿La entrevistaste ya? Mientras tanto no molestes.
—No sé ni como abordarla— le dije tartamudeando.
—¿Cómo, tú que has entrevistado al Papa, a Maradona, a Obama,  a la Madre Teresa, no sabes abordar una hembra como las hay miles en el tercer mundo? Pero, por favor, quítale la lengua, los dientes, los pechos y el trasero y no vas a encontrar más que un celular y una tanga. Yo creo que no quieres trabajar, so pedazo de vago.
—Es que todos se le están yendo encima. Qué hago?
—No te pongas debajo de ellos porque te pueden violar. Usa tu imaginación para llamar la atención de ella.
¡Eureka! Se me prendió el foquito. Me fabriqué un cartel con restos de las banderolas de los hinchas y escribí sobre él esta convincente frase:
                                                ¡€1 MILLON!

En efecto, apenas me vio, abrió tamaños ojazos, supongo que fue un amor a primera vista, por mi pinta. Por entre sus  dientecitos sacó su mañosa lengua y con ella me señaló. Sus mamuts con sobaquera me llevaron en procesión a su suite privada. A pesar de mis ochenta kilos jamás me sentí más ligero. Ella lo único que hizo fue señalarme con la lengüita, pero los mutantes me destrozaron el terno, quién sabe con qué torvas intenciones. Les dejé hacer lo que quisieron nada más que por orgullo. Estiró la languita hacia abajo y me dejaron caer al piso, luego sacó y metió rápidamente su lengua como víbora y le entregaron un lapicero. Giró la lengua, les guiñó un ojo y se retiraron.
—OK, pichón, ¿dónde tengo que firmar?
—Un minuto, nena, déjame siquiera hacerte unas preguntas. Larissa, dinos de qué equipo eres fanática.
—De mi equipo de maquillaje. Es que ellos me dejan hermosa y, además,  son los únicos que se enamoran de mis angelitos y no de mí.
—No,  me refiero al balompié
—Bueno yo bailo en un pie cuando recibo plata. ¿Dónde firmo lo del millón?
—Más tardecito, no te apures. Me refiero al fútbol
—¿Qué, te refieres a esos que patean una bola? Ay,  me gusta ese que está en la tele, el rubiecito ese de rojo.
—Ese es el heladero, ¿quieres uno?
—¿Un heladero? Ya tengo uno que me enfría cuando tengo candela en las entrañas, es dueño de una fábrica de helados,
—Yo me refiero al helado.
—Bueno, siempre que choco con un joven en el ascensor este se queda alelado.
—No Larissa, me refiero al helado, en paleta o en vasito, he—la—do! ¿La agarras?
—Mira,  yo se la agarro cuando nadie nos ve, porque hay muchos paparazzi. A propósito, no sé, pero cada vez que toco de casualidad con mi pechito a algunos hombres se les quita lo helado. Arden, mi querido, arden.
—    Mi pregunta se refería a cual de los dos te gusta. ¿El blanco?
—    Si, me cae bien, cuando me pongo blusa celeste me hace el cuerpo más finito.
—No, me refiero a los merengues.
—Los amo pero me hacen engordar.
—Me refiero a esos que están tras la pelota.
—Bah, ni que tuviera tanto como las que tengo adelante y atrás, además a esa la persiguen veintidós, a mi me persiguen cincuenta.
—No, me refiero a los blancos.
—No me digas que eres racista. A mi me gustan de todos los colores. Cuando me gusta uno me lo guardo donde no llega la luz…
—¿Qué?
—Sí, me gustan los blusones de todos los colores.
—Bueno, vamos rápido al granero…digo al grano.
—Ay, sí,  me brotó un granito acá, ¿será sarpullido, o erisipela? mira entre mis pechitos.
—Yo lo que veo son dos naranjas y un celular
—Pero si serás insensible. Ven trae tu manita, así así, ponla acá,  junto a mi celular.
—Este…¿acacito?
—Pero dime por qué te hierve la mano, coño, que parece un pulpo hirviendo. Y los dedos siento que te laten y a mí también me late. ¿Sentiste mis latidos?
—Si—si—si—si— si. Prosigamos, ¿te gusta el culé?
—Ya empezaste con tus frases de segundo sentido. Te advierto que no aguanto esas bromas. No te permito  llamarle culé a mi trasero. Yo le doy un nombre más bonito.
—¿Y cuál, se puede saber?
— Culata.
—No, culé son los del cuadro de  Cataluña
—Ah, Cata Luyo, mi nodriza, tiene tremenda culata, ya no está en casa,  la embarazó el jardinero.
—Tú si que eres un corcho. Me refiero a los azul grana.
—Y dale con los granos, ya te mostré el granito de mis pechos. Seguro quieres ver el otro que me ha salido acá al final de la espalda. Ven trae tu mano, acá, acacito en el derecho. No,  más al centro, ay, bruto, a esa cosa caliente le llamas mano ¿no será un termómetro? Ay, antes de todo, ¿donde está el contrato del millón?
—Paciencia, después vemos eso. Hablemos de Messi.
—¿Ah, ese que habla como si tuviera piedras en la boca? Quisiera verlo sin eso que le cuelga. Qué creías, que una es bruta?
— No, me parece que eres algo que rima con esa palabra.
— Ah, ya te entiendo, a mi me llaman la reina de las rutas.
— Oh, sí. Nadie te va a destronar.
— Por supuesto, a mí me destrozó mi primer novio, pobrecito.
— Pobrecito? ¿qué le pasó?
— No me duró más que dos meses. Al segundo le fue mejor.
— Ah, sobrevivió.
— No, ese vivió seis meses.
— Se supone que no tienes pareja.
— Cierto no la tengo acá, pero yo siempre necesito compañía
— Es ese el hecho?
— No, contra el helecho es malo, se te suben las hormigas, yo prefiero hacerlo sobre un colchonero.
—Dirás un colchón negro.
— No, en el colchón con un camerunés, son tan cariñosos!
—Y bueno, que te parece el arbitraje.
— Bueno, no traje un traje, estoy como me ves, pero lo que lo que se dice traje no uso, me encantan más los shorts, las blusitas.
—No, me refiero al juez.
—Si, ya  me han invitado al Concierto de Aranjuez, pero no sé bailar salsa ¿O es un roquero? Debe ser lindo puesto que todos lo mencionan, me regalás un disco de ese conjunto de rock?
—Pucha que eres un corcho, ¿eres sumisa?
—No voy a misa desde que al cura se le cayó la ostia aquicito dentro de mi pecho. Y entre el y el monaguillo se pelearon por sacarlo. Al final el cura tuvo que comulgar ante una bruja. Me han prohibido la entrada.
— ¿A la iglesia?
—No, al convento.
—¿Queeeé, te presentaste para monja?
— No, quise hacer un show ante Benedicto.
— El papa?
— No, el dueño del convento. No pongas esa cara de carnero, el convento es un night club.
—Bueno, te dejo, porque tengo que dar clases.
—Dirás recibir clases.
—No tengo que enseñar varias clases de poses para la revista Kamasutra XXI. Y ahora ya no tengo tiempo; a ver, dónde pongo mi rúbrica.
— Esteeee… ¿de qué me hablas?
— Yo vi un letrero que decía  € 1 millón.
— No, lo que pasó es que quise decir: “€ramos 1 millón de fanáticos tuyos”.
—¿Y ahora?
— Ahora $omo$ 2 millones.
— No, me pregunto ¿y ahora cómo vas a salir vivo de ésta?
Dio un chasquido con los labios y entraron ‘Los Angeles de Lari’, Giró la lengua como aspas de ventilador y sus bulldozers me sacaron en procesión. Cuando el más fornido de todos (alrededor de las dos toneladas) me iba a moler la nariz le pregunté, candoroso, que cuánto ganaba como ángel de la guarda (dulce compañía) de Larissa.
—No, Larissa no nos paga nada –me dijo sonriente—, a mí sólo me basta con que me muestre la lengüita.
En un rapto de inteligencia le mostré la lengüita, para amansarlo y dominar la situación. Ya no recuerdo nada más. Pueden visitarme en el Hospital, cuidados intensivos, traumatismos múltiples. Me reconocerán porque soy el único enyesado de pies a cabeza.