jueves, 27 de noviembre de 2008

PERUANISMOS QUE MARTHA HILDEBRANDT NO HA CATALOGADO (I)

(O ¿vale la pena bañar un chancho?)


Escribe: Manuel Araníbar Luna.

1. DE VUELTA AL RIOBA.


1. Hace unos días en una tienda deel centro, la dependiente se quejaba de la aparición de pandillaje en el Rímac, lugar donde vivía. A mi pregunta, respecto a qué barrio del Rímac se refería, me miró extrañada y un tanto molesta.

-¿Barrio? No, señor, yo vivo en edificio.
-Ya sé, lo que quisiera que me digas es en qué barrio está el edificio.
-Le repito que vivo en edificio, no en barrio.

Un par de meses atrás, una chica del Callao, al revisar el contenido del videocasete de la fiesta de su matrimonio le pedía al editor del video que le quite algunas escenas porque le parecían “muy barrio”. Respondiendo a mi curiosidad respondió que barrio era “el lugar donde campea lo chabacano, lo de mal gusto, por ejemplo, la gente descamisada que se ve en la grabación”. Lo gracioso es que ella pertenecía a ese “barrio”.

Bien, de primera intención, uno se subleva contra esta distorsión de una palabra inofensiva con la cual se ha criado, el lugar donde creció, y donde actualmente vive. Uno se lamenta de que ya no podrá mencionar ‘barrio’ sin evocar un lugar atiborrado de de malandrines.

¿Pero es que ya al barrio no se le podrá llamar así? Si Felipe Pinglo hubiera nacido, por ejemplo, en Barranco, ¿cómo hubiera titulado su vals “De vuelta al Barrio”? ¿De vuelta a mi suburbio? ¿De vuelta a mi cuadra? ¿De vuelta al arrabal? Y si Luciano Huambachano, autor de ‘Barrio bajopontino’, hubiera nacido en un edificio, qué nombre le hubiera puesto a su composición? ¿Distrito rimense? ¿Jurisdicción del Rimac? ¿Cuál de estas acepciones supletorias es más huachafa? Y si aquella dependienta de la tienda céntrica algún día compone una balada al lugar donde vive, adivino que el título sería “Oh, mi romántico edificio”. Y retrocediendo unas décadas, el verso del famoso tango que cantara Gardel:

Barrio, Barrio, perdoná si al evocarte se me pianta un lagrimón

Habría que modificarlo:

Distrito, distrito, perdonadme si al evocarte se me escapa una legaña.

Pero ya llegué a la conclusión de que hacer una campaña contra la distorsión de estas palabras es más inútil que bañar un chancho. La pregunta es ¿quién ensucia más? ¿El chancho o quien lo cría? ¿Vale la pena gastar en jabón?

2. CABRÓN
Un par de púberes surquillanos, entre los trece y quince años, estaban bromeando en la esquina de su casa. Uno de ellos se burlaba del corte de cabello del otro. “Pareces un cabrón”, le gritaba entre carcajadas. Cuando escuché esa frase recordé que mi viejo, natural de Tarapacá, usaba esa frase, cabrón, para denominar al sinvergüenza, al proxeneta, al gigoló, al caficho, al mantenido. Asimismo, llamaba de esa manera a cualquier persona de quien no recordaba el nombre.
Me acerqué y le pregunté a qué le llamaba cabrón y esto le sorprendió.
-¿Qué? ¿No sabe, tío, lo que significa cabrón? ¡Cabrón significa maricón, pues!

Pero el uso de la palabreja no se circunscribe tan sólo a los distritos populosos. En una entrevista bastante ácida entre Jaime Baily y Ricardo Belmont, a una satírica pregunta del anteojudo entrevistador, Belmont, aludiendo al bisexualismo de Jaime, le llamó “cabrón con suerte”.

Es de notar que en Mexico se le llama cabrón al vivo, al ágil de mente y acción, al que saca provecho de los incautos. Que en Puerto Rico, Cuba y en algunos otros lugares se le llama así al cornudo. Los Guaracheros del Oriente en la composición de Ñico Saquito, “Compay Gato”, ponen la famosa palabra en evidencia sin mencionarla:

Cuando el chivo es chiquito le dicen cabrito,
Pero cuando es grande… ¿lo digo? ¡Dilo! Le dicen: ¡Ay!

A lo que iba. ¿Cambió ya de significado la palabra cabrón? ¿A los afeminados ya no se les dirá cabros, britos,británicos o brócolis? ¿Es que la palabra cabrón terminará por alojarse en el habla popular pero con una connotación diferente a su significado original?

En estos dos ejemplos uno llega a darse cuenta la forma en que se desvirtúan las palabras del pueblo y cómo se distorsiona su significado. Ya uno no puede decir que su barrio es la cuadra dos de Porta o la cuadra tres de Camino Real. Quien no conozca el distrito al cual pertenecen ambas calles pensará que uno se refiere a un pueblo joven. (Ojo, yo vivo, a mucha honra, en un barrio del Callao).

JAMAR.

En la replana antigua a la comida se le llamaba “jamancia” o “bitute” . Y muchas décadas después, en la década de los cincuenta, se escuchaba la gente decía “voy a papear” por decir “voy a comer”. Más antes el verbo era manducar o merquear. Para los sesentas, a la comida se le decía ‘combo’, ‘combate’, y luego, “risio” y el verbo era “risiar”. Para los noventa esa palabra llegó nuevamente al habla popular de los sectores c , d y e. y de allí pasó a las ligas mayores. y hoy nuevamente las palabras “jama” y “jamar” ha vuelto a los sectores populares.

CHIMBA
Un caso análogo sucedió con la palabra “chimba”. En la replana antigua se le denominaba “chimba chimbadora” a la cabeza del ser humano y “chimba de calero” al miembro viril. La palabra se desarraigó por completo y pasó al olvido. A finales del siglo pasado y principios del presente la graciosa palabrita renació y hoy se denomina indistintamente “chimba” a las partes del cuerpo mencionadas. A propósito, cierta tarde en la Isla de San Andrés, en el Atlántico, un amigo colocho estalló en carcajadas cuando delante de su esposa le mencioné que en el Perú hay una ciudad llamada Chimbote. El amigo me llamó a un aparte para decirme entre susurros que tenga cuidado con esa palabra porque en Colombia se le dice “chimbo” al miembro viril. Por el súbito rubor de su esposa colijo que el nombre Chimbote debió causarle una fantasiosa magnificación mental.

Como ya ha pasado en otras ocasiones, una vez que un término se incrusta en el habla popular puede suceder lo siguiente: o se queda definitivamente pegada como una lapa sobre el tollo o bien cae en desuso para siempre, como sucedió con muchos términos que utilizaban los hippies de los sesenta.

Y al respecto, ¿Qué hacemos? Nada, porque, ya lo dije, cargosear en esto es tan inútil como un timbre en el cementerio, nadie nos va a escuchar. Porque cuando el significado de una palabra es distorsionado la situación es irreversible. No se puede hacer nada para remediarlo.
O quizás sí. Este es el sitio donde todos pueden opinar. Anímense y escríbannos.

Manuel Araníbar Luna
Oslo, 4 de octubre del 2008

martes, 25 de noviembre de 2008

REPLANA QUE NO SABE MARTHA HILDEBRANDT (II)

REPLANA QUE NO SABE MARTHA HILDEBRANDT (II)

PERUANISMOS II
(Una película de Hollywood con acordeón y maracas).

Por Manuel Araníbar Luna-



Por ahí en la Internet he leído un artículo sobre la jerga peruana donde mencionan un glosario de palabras de “replana antigua”, en el que se agrupan palabras de jerga de los cincuenta en adelante. Permítame, señor autor de dicho artículo, decirle que

1. la replana antigua viene desde el tiempo de la colonia hasta los años cuarenta del siglo XX. Incluye palabras del caló gitano, de dialectos africanos y términos delincuenciales. Las palabras que mencioné líneas arriba, jamancia, chimba, vienen de dicha replana. Usted mismo ha incluido en su pequeño glosario algunas de ellas (ñanga, Ñangué, jamancia, taba, yara.), aunque lamentablemente las mezcla con otras que vienen del cincuenta en adelante, armando con ellas una chanfaina, (mezcolanza, zafarrancho), en sentido diferente al que menciona en su glosario.
2. El noventa por ciento de palabras de su glosario, a las cuales usted denomina jerga son en realidad peruanismos, o modismos, palabras de la vida diaria en todos los niveles de la sociedad peruana. Tomemos por ejemplo la palabra chamba, término que llegó al Perú en los años cuarenta con las películas del cine mexicano. ¿llamaría usted jerga a esa palabra, aún cuando se usa no sólo en todos los estratos de la sociedad peruana sino a nivel continental?
3. Aquí menciono algunas palabras de genuina replana: lanchagira (vaso) lanchagira espumante (vaso de cerveza). feligrés atrapador en ánima de cuatro remos (policía a caballo). Alto Lirio (Barrios Altos). Bajo Lirio (Rímac). Alto Combo (cielo). Charco grandimio (el mar). Charco chiqüeño (lago, laguna). Cáncamo fumantisio (o fumastérico) de la región solfística (cigarro). Alto combo (el cielo) Bajo combo (el suelo, la tierra). Feligrés del alto combo (Dios). Ánima de cuatro remos (caballo). Ánima de cuatro tabas (carro). Clisos (ojos) clisar (mirar) acucar (mirar). Misioma (yo). Susioma (tú o usted). Claro (día). Turno (noche).
4. Correcto, le adivino el pensamiento: la replana antigua a la cual me refiero, hace ya muchos años que cayó en desuso y sus acepciones pertenecen al terreno de los estudiosos. Además, en esta época de comunicaciones a velocidad vertiginosa sería impensable llamar al policía feligrés atrapador, cuando es más fácil llamarlo tombo. Pero eso no quiere decir que a los términos replanísticos se les clasifique en un lugar al que no pertenecen. Porque si mezclamos los diversos tipos de replana en la forma en que algunos generalizan todo caeremos en la costumbre de los gringos, quienes catalogan lo que no entienden con un solo nombre y lo echan en un saco con un solo rótulo. Recordemos que en las películas de Hollywood los americanos del sur del río Bravo usan sombreros anchos y ponchos blancos, y todas sus canciones las acompañan con castañuelas, maracas, acordeón y marimbas. Y Ya está, para el gringo eso es un hispano. Usted está poniendo en un mismo saco la palabra taba que viene del siglo XIX junto con piticlin. que pertenece a los años setenta. Es decir, entre ambas palabras hay una diferencia de cien años, lo cual es como mezclar las películas de Chaplin con las de Spielberg y etiquetarlas como cine antiguo. ¡Por favor, no generalicemos!

5. Le recomiendo leer la creación de Nicomedes Santa Cruz ,“En el tiempo e’ la colonia”, una extraordinaria décima de pie forzado dedicada a la replana. Y, como información adicional escuchar los valses de Mario Cavagnaro de los años cincuenta (Carretas aquí es el tono, Yo la quería patita, entre otros) cantados por los Troveros Criollos, en los cuales se mencionan palabras y frases pintorescas -mas no replana- de la clase media de aquellos tiempos. Pero, como el tema da para mucho, en la siguiente entrega me explayaré más ampliamente sobre el tema.

MANUEL ARANIBAR LUNA

Copenhague, 21 de noviembre del 2008

PERUANISMOS Y REPLANA QUE NO SABE MARTHA HILDEBRANDT (II)

PERUANISMOS II
(Una película de Hollywood con acordeón y maracas).

Por Manuel Araníbar Luna-



Por ahí en la Internet he leído un artículo sobre la jerga peruana donde mencionan un glosario de palabras de “replana antigua”, en el que se agrupan palabras de jerga de los cincuenta en adelante. Permítame, señor autor de dicho artículo, decirle que

1. la replana antigua viene desde el tiempo de la colonia hasta los años cuarenta del siglo XX. Incluye palabras del caló gitano, de dialectos africanos y términos delincuenciales. Las palabras que mencioné líneas arriba, jamancia, chimba, vienen de dicha replana. Usted mismo ha incluido en su pequeño glosario algunas de ellas (ñanga, Ñangué, jamancia, taba, yara.), aunque lamentablemente las mezcla con otras que vienen del cincuenta en adelante, armando con ellas una chanfaina, (mezcolanza, zafarrancho), en sentido diferente al que menciona en su glosario.
2. El noventa por ciento de palabras de su glosario, a las cuales usted denomina jerga son en realidad peruanismos, o modismos, palabras de la vida diaria en todos los niveles de la sociedad peruana. Tomemos por ejemplo la palabra chamba, término que llegó al Perú en los años cuarenta con las películas del cine mexicano. ¿llamaría usted jerga a esa palabra, aún cuando se usa no sólo en todos los estratos de la sociedad peruana sino a nivel continental?
3. Aquí menciono algunas palabras de genuina replana: lanchagira (vaso) lanchagira espumante (vaso de cerveza). feligrés atrapador en ánima de cuatro remos (policía a caballo). Alto Lirio (Barrios Altos). Bajo Lirio (Rímac). Alto Combo (cielo). Charco grandimio (el mar). Charco chiqüeño (lago, laguna). Cáncamo fumantisio (o fumastérico) de la región solfística (cigarro). Alto combo (el cielo) Bajo combo (el suelo, la tierra). Feligrés del alto combo (Dios). Ánima de cuatro remos (caballo). Ánima de cuatro tabas (carro). Clisos (ojos) clisar (mirar) acucar (mirar). Misioma (yo). Susioma (tú o usted). Claro (día). Turno (noche).
4. Correcto, le adivino el pensamiento: la replana antigua a la cual me refiero, hace ya muchos años que cayó en desuso y sus acepciones pertenecen al terreno de los estudiosos. Además, en esta época de comunicaciones a velocidad vertiginosa sería impensable llamar al policía feligrés atrapador, cuando es más fácil llamarlo tombo. Pero eso no quiere decir que a los términos replanísticos se les clasifique en un lugar al que no pertenecen. Porque si mezclamos los diversos tipos de replana en la forma en que algunos generalizan todo caeremos en la costumbre de los gringos, quienes catalogan lo que no entienden con un solo nombre y lo echan en un saco con un solo rótulo. Recordemos que en las películas de Hollywood los americanos del sur del río Bravo usan sombreros anchos y ponchos blancos, y todas sus canciones las acompañan con castañuelas, maracas, acordeón y marimbas. Y Ya está, para el gringo eso es un hispano. Usted está poniendo en un mismo saco la palabra taba que viene del siglo XIX junto con piticlin. que pertenece a los años setenta. Es decir, entre ambas palabras hay una diferencia de cien años, lo cual es como mezclar las películas de Chaplin con las de Spielberg y etiquetarlas como cine antiguo. ¡Por favor, no generalicemos!

5. Le recomiendo leer la creación de Nicomedes Santa Cruz ,“En el tiempo e’ la colonia”, una extraordinaria décima de pie forzado dedicada a la replana. Y, como información adicional escuchar los valses de Mario Cavagnaro de los años cincuenta (Carretas aquí es el tono, Yo la quería patita, entre otros) cantados por los Troveros Criollos, en los cuales se mencionan palabras y frases pintorescas -mas no replana- de la clase media de aquellos tiempos. Pero, como el tema da para mucho, en la siguiente entrega me explayaré más ampliamente sobre el tema.

MANUEL ARANIBAR LUNA

Copenhague, 21 de noviembre del 2008

(CONTINUARÁ)

lunes, 24 de noviembre de 2008

CHAPLIN VISTO DESDE EL CINE DE BARRIO

SOMBRERO, BASTON, BIGOTITO Y ZAPATONES


UNO
Era muy niño cuando vi sus primeras películas. Para esos tiempos era, por ejemplo, un sacrilegio ver una mujer embarazada en las pantallas, o peor, una pareja compartiendo el lecho. Para esos tiempos, decía además, aún ignoraba que Charle, ese hombrecillo con sombrero de hongo, bastón, y zapatos demasiado grandes para su tamaño había sufrido en carne propia ese vil atentado puritano, ruin e hipócrita contra la cultura y el arte. Ignoraba además que era un archivo de tres mil hojas en el FBI de Hoover. Ignoraba que ese hombrecillo que caminaba como un pato y hacía piruetas de pingüino y foca era otro blanco, otro pagapato en la mira telescópica cavernaria de Mac Carthy. Era el personaje gramputeado por los chauvinistas a ultranza. Odiado por los pro-nazis. Deseado por las adolescentes caza fortunas.
La cazuela del cine Alianza, en el distrito de Lince, hoy convertido como casi todos en templo evangélico, retumbaba por las carcajadas de la concurrencia. Hasta Don Enrique, allá afuera vendiendo su sanguito con apuestas de "Grande y Chico" en los dados, lucía feliz oyendo esas carcajadas que parecían venir de un monstruo de mil cabezas, que no solo reía con mil bocas, sino que aplaudía con mil pares de manos y pataleaba con mil pares de zapatos, rotos como los de Chaplin. El mudo Papi, Babita, siempre malgeniado seguía recibiendo entradas con su hermano Kike. Don Billy, aún nos daba de cocachos a los zampones, más misios que los misios que pagaban su entrada, la cual costaba un sol cinco todos los días menos los lunes "femeninos", cuando el precio bajaba a 99 centavos.

Puedes creer eso? Los mayores me tapan la boca diciéndome que ellos gozaron la entrada a once centavos, en los tiempos que Johnny Weissmuller aullaba calato, colgado de una liana, artificial fabricada en serie, como casi todo en Hollywood. Más aún, mis hermanos mayores se vanagloriaban de haberse visto todas las películas gratis, porque ellos trabajaban en los cines Independencia y Libertad. Siendo una especie de personajes cuasi divinos reverenciados por el resto de la gente misia de Lince, Santa Beatriz y parte de La Victoria.

Trabajar en un cine! Pa' la gran puta! Que lecherazos! Me parece escucharlos. Adulados por las quinceañeras de media-medias y falda acampanada. Envidiados por los zarrapastrosos de José Gálvez, Lazo y Bartolomé Herrera. Puta, qué lecheros, se ven todas las películas gratis y encima les pagan! Pa' la gran puta! Qué lecherazos!
Mira lo que consiguió una foto Charle Chaplin que pesqué de "cazuela" en la computadora: Que me acuerde de las matinees en aquel distrito de Lince que nunca más será el mismo. Y cosa curiosa, como me dice Dante: empecé a escribir acerca de Chaplin y terminé escribiendo sobre las cazuelas del Cine Alianza. Como decía mi vieja, (empecé "hablando de papa y termine hablando de yuca". Pa' la gran puta! ( ( (.

2

Como les decía, empecé con Carlitos Chaplin, como le llamaba mi mamá, y me desvié del tema.
No sé, dicen que la poesía solo se hace con palabras, pero hay música que tiene poesía, como Peer Gynt, o las obras de Mozart. Asimismo existe poesía que tiene música, como la de Chocano, Darío, Lorca y el más músico de los poetas: Nicolás Guillén, quien no solo te hace oír la música, además te incita a bailar el son cubano. Hay poesía pictográfica, como Guernica, de Picasso; Poesía arquitectónica, como el Taj Mahal, poesía paisajística, como el Puente de los Suspiros.
Porque la poesía es un gusanillo de belleza que se te enquista en la parte más sensible del craneo, y te hace suspirar si estás enamorado, te excita si estás carretón, te hace enmudecer si eres artista, y se abre como la caja de pandora con una y mil sorpresas para tus ojos, tus oídos, tu capacidad de recordar, meditar, olfatear, suspirar de la forma más huachafa posible. (Lector: si este párrafo te parece cursi, sáltalo con garrocha: A mí tampoco me gustó).
Chaplin " hacía" poesía. Nos hacia reír y llorar con facilidad, y pasar de la sonrisita cómplice de las trampas a los tiburones de los naipes, a la carcajada facilona de los tortazos, de la mirada triste tras luego de ver a su amor platónico cenando en un restaurante cinco estrellas con el ricachón con mirada de baboso, hasta el lagrimón amargo viéndolo comer sus zapatos como si fuera una chuleta. Aunque a esto los envidiosos lo ninguneen y los amargados de siempre le llamen melodrama barato. Esa escena de "No me dejes, papá" de "El Pibe", por ejemplo hizo moquear a varias generaciones, y la gente, aún en estos tiempos de indolencia y de " me llega altamente" y "a mí qué chucha", a pesar de las telenovelas y películas hindúes, los dramones mejicanos y, muy recientemente, como siempre imitando lo malo de los gringos, los talk shows peruanos. lloran con esas tiernas escenas de ese poeta de la película, comparado a los poetas de la composición como Pinglo, Manuel Acosta Ojeda,

3
Sale un sombrero de hongo, que aún mudo rezonga, luego un bastón con diapasón, que amenaza con asesinar a la brisa, persistente, a punta de puntazos y piruetas, veleidosas, coquetas. Y luego los hermanos más pobres que la sopa de mote, los zapotales, misios pero dignos, rotos, altivos y extrovertidos, no conocen la timidez ni la capa protectora.
Que no los ves reír? No tienes ojos de ver,como decía mi vieja, de palpar, de emocionarte y paladear visualmente. Si no los ves reír, no conoces el hambre, en fin, si solamente los ves bailar, padeces de estrechez visual, como los caballos con anteojeras. Parafraseando a Vallejo, si supieras ser pobre, hoy supieras ver a ChaPoplin.
Si no los ves reír, eres incapaz de paladear una mazamorra combinada con arroz con leche en Emancipación, eres incapaz de encontrar un mensaje en los valses de Pinglo, de saborear un pastelillo de camote en el Jirón Paruro, o una chanfainita en panca, con su mote y su ajicito molido.En fin si no tienes ojos de ver, si vas al zoológico, seás incapaz de ver al elefante. Ante, ante, ante.
Porque esos zapatones no solo caminan, corren y bailan, ellos animan, ellos hablan, lloran y hasta chismean cuando los dedos que asoman por entre las rendijas se frotan para darse calor; pelean, ríen. se ríen de sus pobrezas y del mundo, se burlan de los ricos que han ido al cine de barrio, vestidos de terno y corbata , para burlarse de ellos, se burlan de las botas, de los zapatos de taco alto, de las zapatillas y los borceguies, de los botas militares y de las zapatillas de los maricones, en fin de todo el mundo en compañía de las medias hipócritas,las cuales, como siempre porque no dan la cara y se esconden tras los huecos del zapato hasta lo último, ayudándose, con papeles de periódico o cartón, por vergüenza al qué dirán las medias nylón.
Y la cara y los ojos, me dirás. Pero si todo en Chaplin era chiste en su rostro, sin embargo ese todo era sufrimiento también, porque allí estaba la viveza y el candor, la espontaneidad y a timidez, lo mundanal y lo pueblerino, todos juntos, revueltos y empiernados, como la mazamorra de nota que estoy perpetrando.
sus muecas, los ojos bailarines que decía todo, su sufrimiento, su alegría su vivacidad, su viveza, que no es lo mismo. Dice de la tragedia de su pobre madre, la hambruna de la cual fue víctima en su niñez.
Su sonrisa de niño.
Por último los más tímidos, los bigotes, para su mala suerte todo el mundo los mira y remira, se burla se ríe de ellos, pero ellos no podrán hacer nada, el destino los mandó, a colgar de la nariz. Como condenados a colgar para ser orinados por los mocos de los mocos. Para que todos lo miren,

Observa los bigotes de Pancho Villa, los de Nico Santa Crúz, los del Chivo Pavoni y Rivelino. Son insolentes los de Villa, sensuales los de Nicomedes; los de Pavoni, guerreros; y por último, locos y orates, los de Rivelino y Caszelli. Pero mira al bigotito de Chaplin, para colmo, nació igualito al de Hitler. Puta, que tal hermano gemelo! Con hermanos así, prefiero ser hijo único! No te lo dije? Nacieron de culo, hasta por allí el destino los condenó. Pero la venganza fue dulce: fue el primero en burlarse de Hitler y su estúpida locura, se burló de la cabeza calata de Mussolini, se burló haciendo desorden de la policía que representaba el orden establecido; se burló de las fiestas del derroche de la gran burguesía neoyorquina, se burló, además, de la pituquería americana, que es de las más ridículas del mundo, además de ridiculizarse así mismo. Ridiculizó y esto es lo más importante: Aún ridiculiza todo y a todos, para malestar de los neonazis. Es más hoy mismo yo sé que él me ridiculiza, desde aquí, desde este póster.

Tu no podrías ridiculizar los bigotes de Nicomedes, ni los de Caszelli, menos los de Pancho Villa. Quizás una frasecita cachacienta , quizás gritarías cachoso: "Bigote e brocha!", " Care foca!" . y algunas otras chapas que los limeños, herederos de Taulichusco usan desde que se mezclaron con negros y andaluces en los albores de la colonia, lo cual nos dio esa fama de ponechapas.
pero mira al pobre y rangalido bigotito. Aquel que al más pequeño estornudo se caerá. Que ni se atreven a besar a la mano de una dama, por temor a la bofetada o a quedarse pegados en el dorso de aquella. Quién no se ríe del pequeño bigotito? Hasta los pobres que han ido al cine a identificarse con su dolor y después los pobres, esos mismos pobres, salen del cine a burlarse de sí mismos.
Perdón. Salían del cine. Hoy, esos antros de deleite, hueveo, paleteo, mañuquería, y voyerismo se han convertido , la mayoría,en templos evangélicos. Cosas del progreso, la TV, las vídeo grabadoras, el cable. El resto de ellos siguen agonizando con sus películas porno en marathon de la muerte, con sus Rambos y sus Karatekas. Pobres cines.

CRIOLLISMO, UN ENSAYO POLEMICO

Escribe: Manuel Araníbar Luna
En anterior artículo decíamos que el criollismo es el modo de vivir del limeño por antonomasia, es su manera de gozar la vida, de interpretar y disfrutar su música y de paladear su acerbo cultural, su arma de supervivencia, un prisma hecho en casa para observar la realidad, pero también su actitud frente al mundo que lo rodea.
Es una actitud, porque la reacción del criollo ante los estímulos externos varía con respecto a la persona. Un criollo, ante una agresión o ante un improperio verbal, reacciona al estilo calle. Un criollo ve las cosas de acuerdo a su sentir. Un criollo corteja y se enamora al estilo calle, paralelamente al formal que se enamora en balada, tango o bolero.
Y en lo que respecta a las actitudes, podemos resumirlo con ejemplos y en gráfico, para describir de manera práctica las actitudes del tipo formal y criollo ante diversas situaciones de la vida diaria y con esto delinear la brecha que siempre existió entre los criollos y los formales, y que nadie anteriormente se tomó el trabajo de describir desde la óptica del criollo, es decir, desde abajo, y no desde el frío punto de vista del estudioso académico que jamás pisó un callejón, que se empapó en la materia sólo por libros leídos y que pone el mismo interés en describir una mariposa calavera, un petroglifo pre-nasca o una dalia amazónica, terminado lo cual, guarda sus folios y a otra cosa mariposa. (Ver cuadro 1)
Cuando decimos que es un modo de vivir nos referimos a las costumbres adquiridas desde la niñez, y cuando afirmamos que es un arma de supervivencia; describimos  la manera de reaccionar, improvisada y llena de inspiración ante los peligros que comprometen su seguridad, su libertad, su pan, su trago y su derecho a jaranear. Porque el criollo nace, no se hace. Me explico: digo que nace, no por haber nacido en un callejón, sino -como lo canta Celio Gonzáles en Te quiero porque te quiero- porque le nace del alma. Claro, hay excepciones que confirman la regla, por ejemplo, quienes han llegado del extranjero, o de provincias y se han acriollado a tal punto que es difícil deducir si son o no limeños. Pero es que estas personas vienen con esa predisposición a la jarana, del mismo modo que sucede en quienes jamás han visto un piano ni en foto y de improviso lo tocan y aprenden con una facilidad lindante con las facultades extrasensoriales. A esto le llamo “nacimiento del alma”.
Definiéndolo…
Si se trata de definir al criollo con una sola palabra chocaríamos con ese invisible tirano que son el tiempo y el espacio, porque a dicho arquetipo representativo de la cultura peruana no se le puede definir con una sola palabra, porque esto de retratar una idiosincrasia tan enrevesada, alambicada y compleja no es una rígida fórmula matemática ni un test mental de ingreso a una universidad, es algo que tiene más de cuna de palo y menos de incubadora de pollos, más de soul que de tekno, más de espíritu que de músculo, más de bobo que de academia, más de comba y cincel que de cuaderno. Algunos – esa clase de académicos quienes resumen todo con una sola palabra - lo llaman viveza, por no decir criollada. Otros, más cerca del enfoque político-social, lo llaman conformismo. Los filósofos lo ven como una escuela y los acartonados lo encadenan a la vagancia. Como se puede deducir, el criollismo no se define con academia ni con colegio, sino más bien se vive, se expresa con hechos, se desarrolla con gestos, se manifiesta con actitudes. Y, por último - esta es la carnecita -, se goza.
Y para mejor definición, aquí tengo una receta de cocina: metamos en una olla, de barro por supuesto, la replana, el callejón, el caño, el cordel, el cajón, la guitarra, el vals, la polca, las décimas, la marinera, las chapitas, las comidas, la mazamorra, el turrón, la procesión, la serenata, y el resultado será –mejor que cualquier definición- un sancochao llamado criollismo.
Cuadro 1.
COMPARATIVO DE COMPORTAMIENTO DE LOS TIPOS “FORMAL” Y “CRIOLLO”.

Como podemos observar en el cuadro 1, en estas situaciones la actitud del individuo formal es más la de un calzonudo, tetelememe o camastrón, sin dejar de ser un cucufato, saco largo, calentador (o termo), pan de Dios e Inocencio; mientras que el criollo, por el contrario demuestra ser irresponsable, alegrón, huasca, cambalachero, chonguero y una mezcla del Manyute de Osorio, del Jarano de Crose y del Sampietri de Julio Fairlie, los tres arquetipos de la idiosincrasia del criollo limeño, del prototipo del homo limensis, que aparecieron hasta hace algunos años en las tiras cómicas de los periódicos limeños (ver cuadro 2).
CUADRO 2.
Personajes arquetípicos formales y criollos.


ÉXITOS.
Pero no nos engañemos, la verdadera garantía del éxito no la da el ser demasiado criollo ni el ser demasiado formal. Por el contrario, los problemas empiezan cuando el criollo se muestra en su total faceta y a lo único que contribuye es a su propio descalabro. Y, haciendo un paralelo, el tipo formal cuando está navegando en aguas que no son las suyas y se muestra en toda su dimensión recibe los peores resultados. Es decir, se pierde lo mismo que un huevo frito encima del cebiche. Los antiguos dicen que el criollo no se muere de hambre y ese dicho no siempre es cierto. Criollos he conocido, vivos, jaraneros, gozados y, en algunas épocas, con los bolsillos llenos de billetes que han fallecido en la más completa miseria, muchas veces mendigando un pan o un trago, y otras en asilo para personas desamparadas. La lista es conocida, pero baste mencionar al extraordinario Alejandro Cortez, primera voz de Los Morochucos, a Rómulo Varillas, a la Limeñita y Ascoy, a Pastor Zuzunaga y paremos de contar, porque ya cansa reiterar pedidos y críticas al gobierno y sus instituciones culturales, cuando todos sabemos que no nos van escuchar. Algunos criollos irresponsables triunfan casi sin darse cuenta y muchos individuos formales pegados a las leyes, esclavos de la planificación y el método, fracasan. Aquí - me refiero al Perú donde todo puede pasar - prima más la suerte, la cutra y el arreglo, la improvisación y el “vamos a ver qué pasa” que la perseverancia, la planificación y el frío análisis. Por siaca, no hacemos una apología del criollo irresponsable ni denigramos al zanahoria. Ambos tienen y merecen su propio lugar y su oportunidad en la historia. Ambos se desempeñan inmejorablemente en sus respectivos campos. Lo que sí es cierto es que se necesitan un poco el uno del otro. El éxito lo obtienen los que le ponen su sazón criolla a sus actos, con ciertas pinceladas – aunque hipócritas - de formalidad
Cuando afirmamos que se nace criollo, no queremos decir que la única manera de ser criollo es naciendo con una guitarra y un conja. No, que va. La mayor influencia, por supuesto la da el nacimiento y la crianza en un hogar criollo, pero también la proporciona la cruda calle, donde uno aprende a jugar a las bolitas, a enrollar la huaraca, a dominar la pelota, a darse de trompadas y a retrucar las puyas de doble sentido. También influyen las amistades y, aunque parezca mentira, algunas veces los mismos profesores del colegio fiscal donde uno aprendió hacer sus planas. Quien firma estos apuntes aprendió El Payandé de su maestra de segundo año de primaria, la señorita Garro, de la escuela fiscal 458, Francisco Fabio Brenner, quien, no tan amorosamente, pero sí con todo fervor y temblorosa voz, nos lo enseñó con algunos tatequietos de por medio. ¡Y jamás se nos olvidó! (Me refiero a la canción y -justo es divulgarlo- a los tatequietos).
Desde niño, cada vez que había fiesta en mi casa o en la de mis parientes se escuchaba música criolla en vivo, puesto que mi padre y sus amigos tocaban guitarra y cantaban valses, polcas y marineras de la guardia vieja. Y a esto hay que añadirle que desde nuestra adolescencia nos acercábamos tres o cuatro amigos a escuchar música criolla desde las ventanas del restaurant Tradición. ¿Qué nos empujaba a hacerlo en una época en que las radioemisoras rompían los parlantes con música de Elvis Presley, los Beatles y Chubby Checker? Lo ignoro, pero no me arrepiento, como sí lo hago de algunas canciones y películas de la nueva ola, que me conmovieron en aquellos tiempos, pero que hoy...mejor lo comentamos en otra nota.
HIJO NO TENEMOS Y NOMBRE LE PONEMOS…
¿Pero cómo llamaríamos al limeño que no es o no se siente criollo? Por ejemplo, el rockero o el salsero, será limeño pero no es ni se siente criollo, (ojo que nos referimos a quien gusta  o practica la música criolla) por tanto hay quienes les llaman estirados, snobs, o formales. Y - ¡eureka, ya la di! - esa es la palabra: el limeño que no se siente criollo viene a ser una persona formal, en tanto que la formalidad signifique sujeción a las reglas, a la seriedad, a la exactitud. Pero muchos rockeros y salseros tampoco son formales ni pegados a las reglas. Y los hay cabeceadores, vagos, holgazanes, fandangueros en cantidades industriales tan igual a los criollos-criollos. La diferencia es que tanto el salsero como el rockero son igual de criollos, por haberse nutrido de la tradición limeña pero lo único que le falta es el amor y el deseo de jaranearse con la música criolla. Es que hay otra condición importantísima y esta es el apego a la música peruana tradicional que viene del callejón, del corralón de los barrios populares.
Ahora bien, si hablamos de seriedad, nos referimos a las costumbres, a la música y comida tradicionales. ¿Y qué significa seriedad en las costumbres? ¿No enyucar al prójimo? ¿No hablar en voz alta en un velorio? ¿Acostarse temprano y no asistir a fiestas? ¿Ser fiel al cónyuge? ¿Persignarse después de haberla sacudido? Discúlpenme los “formales”, pero eso ya viene a ser cucufatería decimonónica.
CUADRO 3.
Preferencias de Formales y criollos.

ORGULLO.
Muchos años atrás, Bartola Sancho Dávila, la mejor bailarina de marinera de todos los tiempos, al ver el edificio de más de veinte pisos del Ministerio de Educación, en ese entonces el más alto del Perú, lanzó una ingeniosa y sabrosa criollada.
- ¡Qué tanto se almiran, carajo, este edificio e’ mierda no es más que un callejón parao!
La frase, además de genial, expresa un orgullo. Sí, el orgullo de haber nacido en callejón. Con esta frase le decía a todo el Perú que el callejón no tiene nada que envidiarle al rascacielos. Y si le preguntaran a don Augusto Ascuez, a Bartola, a Melcochita, a Barraza, al Loco Cassaretto, a Manuel Acosta Ojeda lo mismo hoy en día con respecto al criollismo, ¡qué dirían!
VAGONETAS F.C.
Mark Twain decía que el trabajo es digno de llamarse tal cuando uno lo hace por obligación. Y, agregaríamos, deja de ser trabajo si una persona se divierte con lo que hace. Ahora bien ¿cómo llamarías aquella actividad que te divierte? ¿Deporte? ¿Arte? ¿Recreación? ¿Hobby? ¿Y cómo llamarías a quien emplea su tiempo libre en acudir a un centro musical? ¿vago?, ¿criollo?, ¿borracho?, ¿bohemio? En algunos casos se confunde al vago con el criollo, y al criollo con el bohemio, porque para los estirados, los chambadictos o los formales, la vagancia se asocia con cualquier actividad donde uno se divierta. Según tal enfoque, es un vago quien no marca tarjeta o no llega con su sobre de sueldo al fin de semana. Injustamente se le endilgan tales adjetivos al futbolista, al billarista, al músico, al pintor. Hace ya más de cuatro décadas, a raíz de que el eximio billarista Adolfo Suárez Perret, “La Vieja” -criollazo del Cuartel Primero- ganara el primer puesto del mundial de billar a tres bandas, fue abordado estúpidamente por un prejuicioso periodista:
- ¡Y todavía te premian por practicar un deporte para vagos!
La Vieja, con toda la razón del mundo, lo mandó bien lejos, adonde se fue el padre Padilla, mejor dicho a la puta que lo parió. Efectivamente, hay criollos que prácticamente viven en los centros musicales y a quienes, valgan verdades, la palabra chamba les causa desmayos y escozor; algunos billaristas no sueltan el taco y la tiza azulina ni para lñevantarse a una hembra; peloteros para quienes la cancha de fulbito es su centro de adoración a la Virgen de la Santa Bazooka del Divino Moño Rojo, pero no por ello tenemos que pegarle a todos la etiqueta de “vagos”. Todos ellos, de una u otra forma, se recursean: los billaristas de las lornas, los peloteros de las apuestas, los criollos de los chivos o bolos, y algunos hasta manguean en restaurantes, ¡Y se ganan la vida con lo que más les gusta! No obstante,  estas prácticas, guste o no a la gente renegona y culifruncida, son recursos para sobrevivir (y pagar sus vicios).
VIVIDORES.
Algunos dicen que los criollos viven de noche y duermen de día en y para el criollismo, del mismo modo en que lo hacen los salsero, rockeros, raperos, perreros y todo quien se identifica con una actitud musical, con algún tipo de música y lo demuestra en su modus vivendi. Otros sostienen que el principal recurso de la supervivencia del criollo es el de pegarse una siestita mientras el mundo sigue andando, porque les gusta vivir de los demás, porque la chamba “cansa” y porque ellos no nacieron para chambear. El conocido dicho “el vivo vive del zonzo y el zonzo de su trabajo”, es un claro ejemplo de esta ultima definición, donde se confunde criollismo con ventajismo, con conchudez, con viveza. Los provincianos recién bajados asumen esta afirmación como propia, porque en su mayoría han sido víctimas del perro muerto, la estafa, el sablazo, el floro.
A muchos se les ha metido bien al fondo del cráneo, la idea de que el criollo es una persona que se te pega como baba de caracol y no te suelta hasta que estés más vacío que el cerebro de alguna vedette nacional. Y según ellos, el criollo agarra la guitarra, te canta, te cuenta chistes o te raja de alguien para incitarte a disparar como Rambo hasta quedar cero perdigones. O en otros casos, te cae con la milonga arrabalera donde te llora que está sin trabajo, que tiene que pagar la luz y el agua y que debe seis meses de jato con lo cual, acongojado hasta las lágrimas metes la noma al lodri y le rompes la palma, el puño, la muñeca y hasta el codo. Se quejan de los criollos también, metiendo en un solo saco juntos al criollo alegrón con el estafador o el vividor. Esto lo han hecho, lo hacen y lo seguirán haciendo, pero no necesariamente todos los criollos.
DEFINIENDO LO INDEFINIBLE.
Cuando me refiero al criollo dentro del campo de la música, no me refiero al aficionado a la música criolla sino al cultor y participante de la música criolla, porque son dos acepciones completamente diferentes. Y vale la pena aclarar un poco esta aserción. La palabra criollo originalmente se refería al blanco nacido en las colonias y, por extensión, al español nacido en las Américas. Luego se le comenzó a decir así al negro nacido en la América. La chapa “crolo” con la que motejan a los negros, no se refiere a la palabra “color” dicha al revés, sino que viene del francés “creole”, vale decir, criollo. Y una última acepción nos dice de los animales, cosas, comida, música, etc. que son propios del país, para diferenciarlos de los extranjeros (por ejemplo, comida criolla, para diferenciarla de la comida internacional).
Pero no llamemos criollo a quien para celebrar su santo te tiene escuchando sus 140 discos de Carmencita Lara y el cholo Berrocal. Tampoco a quienes van los fines de semana a las peñas barranquinas y luego van a matarla a las discocatecas miraflorinas. ¡No pues, así no es! A ellos se les debe llamar aficionados a la música criolla. Su afición es respetable, y hasta plausible, porque es preferible un aficionado a la música criolla que un aficionado al rap o al rock, pero a los aficionados no les da la talla para autodenominarse criollos. ¿Por qué? Porque el criollismo no lo llevan tatuado en el alma, sino que lo llevan pegado al pecho con mocos. Con esto queremos decir que, como esta afición no es del bobo, ni de crianza, se les puede desprender muy fácilmente como las escamas de la cojinova y volverse, por ejemplo en fanático de Shakira o de Juan Gabriel y vender hasta el calzoncillo por no perderse un recital de ellos. Y este fanatismo de hoy transformado en olvido del mañana es nada más y nada menos que lo que se denomina volubilidad. Del mismo modo, para los andaluces el cante jondo flamenco nace con ellos, se desarrolla con ellos pero no muere con ellos, porque queda guardado en sus cenizas y todo gusano que muerde de sus carnes sale zapateando a lo gitano señorón.
ODIAME POR PIEDAD YO TE LO PIDO.
Ahora bien, si hemos dado una pauta para tratar de definir al criollo, tratemos de definir al anticriollo, cómo llamarlo y porqué. Es del caso y urgente señalarlo, porque necesitamos poner ambos arquetipos en paralelo. En primer lugar. Si le llamamos así estamos partiendo del principio de que el anticriollo odia todo lo criollo, en todo caso más cabría llamarlos criollofóbicos. Ahora, si ponemos este último término tendríamos que tener preclaros ejemplos de qué o quién es anticriollo o criollofóbico. Partamos por los folkloristas, los cuales en su mayoría son anticriollos o criollofóbicos – y algunos lo son de modo recalcitrante. ¿Cabe el término? ¿O cabe llamarlos culifruncidos? En este último término, parece que el culifruncido es el estirado, el pituco formal, señorito y calzón con blondas. ¿Qué tal llamarles amargados, dado que el criollo es la antítesis del amargado? Está bien, porque si hacemos un paralelo con cualquier ciudadano latino del mundo de las características del criollo encontramos al andaluz de la tradición flamenca, al carioca, al sonero cubano, al tanguero argentino arrabalero y compadrito, todos los cuales tienen esa misma actitud ante la vida, ante la música y ante la noche.
ACAPITE APARTE PERO ADYACENTE.
Hay un pequeño regustito por la música criolla cantada o interpretada por provincianos. Verbigracia, las interpretaciones cantadas por Cholo Berrocal y Carmencito Lara, las de los trovadores del Norte y los Mochicas. Estas interpretaciones casi en su totalidad son escuchadas por públicos provincianos. Algunas en tono anorteñado como los Mochicas y otras en tono acharacatado, por ejemplo Los Dávalos. Luego los temas del Dúo Loreto y más acacito los Kipus, innegablemente chiclayanos. Estos temas no les disgustan en absoluto a los anticriollos. La razón estriba en el tono con que son cantados. Temas criollos sí, pero cantados al estilo provinciano, lo cual les da en la yema del gusto por el matiz diferente de los intérpretes.
¿Pero es que hay gente que odia, aborrece y reniega del criollismo? Sí, y son muchos. Y la causa radica en que el criollo ha quedado en minoría, porque, además, es una antigua revancha que se quieren cobrar los formales por las burlas, tomaduras de pelo y apodos que siempre les endilgaron los criollos. Agréguense los provincianos por casi las mismas razones añadiéndole el desprecio que siempre sufrieron por parte de los criollos y los seudointelectuales aristocráticos quienes jamás sufrieron las afrentas mencionadas, pero consideran al criollismo sinónimo de basura que debe erradicarse y que, además, no sólo odian al criollismo sino que hasta organizan campañas para destruirlo.
Esto sucedió durante el gobierno de Velasco. Algunos asesores culturales y artísticos, con mucho de odio y rencor se llenaban la boca repitiendo una serie de epítetos contra el criollismo y su entorno, empezando por los programas criollos de la TV peruana. Nos referimos al inolvidable programa Danzas y Canciones del Perú, el único programa criollo que se transmitió en el horario estelar de los sábados a las ocho de la noche. De un momento a otro empezaron a recibir ataques, el programa y sus artistas y animadores, por ciertos folkloristas, quienes reclamando autenticidad empezaron a pedir un programa folklórico en igual horario. Pero no sólo fueron los folkloristas, hubo cierta camarilla cultural aristocrática y apolillada para quien todo lo criollo tenía tufo a puterío, a bronca y a drogas, que empezó a atacar al programa so pretexto de estar invadido de rojimios (!). Y no pararon hasta despedirlos. No bien asumió Morales Bermúdez, las órdenes fueron terminantes: ¡sáquenlos, son comunistas! Total, Nicomedes y Victoria Santa Cruz tuvieron que emigrar a Europa, Tania Libertad se tuvo que mudar a Mexico, y así por el estilo.
TE CONOZCO BACALAO.
Si se trata de describir al criollo, empezaremos con su modo de conversación y lo primero que llama la atención es la exageración, esta se realiza para darle énfasis al raje cuando describe un acontecimiento y se quiere impresionar al auditorio, o cuando se quiere sacar partido de algo o de alguien. Mayormente el criollo, al rajar de alguien no puede decir la verdad (y en algunos casos, no debe decirla) no le nace contar las cosas al pie de la letra, por no se sabe qué mecanismo de ocultación. Tiene que hacerlo obedeciendo al instinto, al impulso heredado de los andaluces: hay que exagerar para ganar y punto. Pero el criollo es conversador, no hay criollo mudo y si lo hay, fíjate bien, no vaya a ser que le hayan cortado la lengua. Y por el mencionado impulso conversador, es proclive a contar las cosas que vio en la ultima jarana, o en la calle, lo cual lo convierte en un creador de runrunes, un cronista distorsionador de los rumores callejeros, un deformador de los acontecimientos más simples, en otras palabras, un toquerazo. Con esta innata mitomanía lo que logra es convertir un arrebato de cartera en una balacera infernal; un simple beso de enamorados en un coito espectacular; y pero aún, un simple pedo moderadamente oloroso en una escandalosa diarrea con presa. Un consejo sano, no le preguntes a un criollo qué sucedió en determinado incidente o accidente, porque jamás te dirá la verdad. Y menos le preguntes a varios criollos sobre un solo acontecimiento porque saldrás más mareado que Jarano en la silla voladora porque todos te dirán una historia diferente.
Otro matiz es el que pinta al criollo como un tipo dicharachero, un repentista, un colocador de apodos cual banderillero taurino, un inventor de chistes surgidos de los acontecimientos de la actualidad limeña. Para ejemplo dos botones: cuando trascendió la noticia de que la cantante folklórica Abencia Meza era tortícolis, mejor dicho lesbiana, y le había metido un balazo a un niño huanca y que, además, ella pidió someterse a la prueba de la parafina, corrió la noticia de que no le iban hallar restos de pólvora en las manos porque el arma la había rastrillado con la cresta. Cuando últimamente se le acusó a Torres Ccalla, un anciano senador de 76 años, de violar a una menor de edad, se propagó el runrún, falso, por supuesto, como todos los runrunes, de que el veterano era su profesor de lingüística y lo que estaba haciendo era darle su respectiva práctica y que había que absolverlo, porque el tío ya no levantaba Carpayo y, además “con la lengua no se viola”.
Esta afición a crear rumores humorísticos de la nada, muy generalizada entre los limeños, está siendo absorbida paulatinamente por los provincianos. Parece una predisposición genética, una memoria colectiva, un instintivo impulso a reír o hacer reír por medio de la zalamería, la sandunga y el retruécano.
Mi padre me contaba que, en 1920 a sus 15 años, al llegar como repatriado desde Tarapacá a la tenebrosa Posada Sangrienta del criollo barrio de La Victoria, salió a conocer su nuevo vecindario que quedaba en Paseo de la República, frente a lo que hoy es el Estadio Nacional (en aquellos tiempos no existía ni siquiera el estadio de madera sino un establo propiedad de unos argentinos) y se le acercaron unos palomillas, le buscaron conversación, y a los cinco minutos le acuñaron un apodo, que debió haber sido ofensivo para él, porque jamás me dijo cuál era ese chaplín. Además añadió que a raíz del encuentro con aquel grupito victoriano, los palomillas le buscaban conversación y se reían y se codeaban disimuladamente. A los pocos días se percató de que la causa del vacilón no era otra cosa que su marcado acento achilenado y juró solemnemente, quitarse el payasesco acento mapochino. Pero esto ya es parte de otro tema. Lo que me relató mi padre es un claro ejemplo de la idiosincracia del limeño y su chacota a costa del recién llegado y la primera impresión que le causa a un provinciano inocente.
BUSCANDO LORNA.

¿Que un borracho quiere hablar con alguien? Allí se aparece el criollo como el ánima en pena, dispuesto a darle el zarpazo, mejor dicho el sablazo, porque el criollo toquea para hacer disparar al otro o para picarlo. Y si no le dan la oportunidad de hablar, ya sea porque el borracho es parlanchín o porque simplemente no te deja hablar, lo que hace es cobear, es decir, adular o seguirle el amén al otro. Ojo, a algunos esto les sonará que el criollo es una especie de amenaza pública, un raterillo que busca levantarse lo que está mal parado. Nada más alejado de la verdad. El criollo verdadero no te roba, te hace disparar. Si te robara entonces sería una piraña. Ahora bien, no nos engañemos, ratas hay hasta en los edificios más modernos y en las mejores familias, en los congresos y en todos los partidos políticos, tanto en el extranjero como en la aldea de Conchesucanchis, por tanto no sería de extrañar que existan criollos rateros (y conozco varios). Es la oportunidad la que incita al pecado. Querer defender al criollo así porque sí y cerrarse en que todo criollo es honrado es peligroso, debido a que si la carne es débil, las uñas también lo son. Y vale la pena un ejemplo para graficar la débil resistencia que oponen las uñas del criollo ante las tentaciones cleptómanas.
Cuando al finado Juan Valdivia Carbajal, entonces presidente del Centro Musical Tipuani, alguno de los socios le comentaba de algún acto ilícito de personajes del gobierno, sea coima, peculado, prevaricato, o dicho de manera más directa, robo, su réplica, invariablemente, era la siguiente:
- ¿Si estuvieras en el gobierno no harías lo mismo?
OBJECIONES.
Otra característica del criollismo es su apego a la tradición, esto ultimo le ha granjeado una serie de criticas de parte de algunos sectores que muchas veces han calificado al criollismo como conformismo, como una moda del 900 que se estancó, que jamás evolucionó en ninguna de sus formas, lo cual es una apresurada evaluación, un injusto prejuicio.
Empecemos por el tipo de instrumentos que se utiliza y demostraremos que estos sí han variado, que la música criolla, en cuanto a instrumentos, sí ha evolucionado: el vals y la polka criollos tradicionalmente se acompañaban –me refiero a las décadas del 30 y 40- con guitarras o piano, chapitas y cucharas, y añádase castañuelas en el caso de la polka. A partir de la década de los 50 con el conjunto Fiesta Criolla se introdujo el cajón en el vals y la polka, porque hasta los cuarenta el cajón solamente acompañaba a la marinera y el festejo. Luego, con el progreso, viene también el acompañamiento con bajo, teclados y guitarras eléctricas, batería, bongos y tumbadoras, etc. Sin olvidar que con el tío Julio Mori llegó el saxo a darle un tono moderno a la canción criolla sin quitarle sabor. Algunos le añadieron acordeón, pero eso se estila más en los cantantes provincianos (Carmencita Lara, por ejemplo). Y, por si alguien no se haya dado cuenta, en la década del sesenta Los Embajadores Criollos hicieron algunas grabaciones con arpa y nadie se molestó. Con esto decimos que en cuanto a instrumentos sí cambios.
Otra cosa es si esta introducción de nuevos instrumentos dio frutos. Ahí si que cambia el pastel, porque muchas innovaciones quedaron en la nada. Por ejemplo, hay un extraordinario pianista y arreglista characatollamado Lucho Neves, que, como tantos peruanos talentosos, hoy radica en el extranjero. Hizo un LP de música criolla con big-band y arreglos a lo Pérez Prado. Salió bacán el LP, pero sólo lo compraron los familiares del pianista. Rafael Amaranto hizo también un LP de música criolla con saxos y trompetas pero no pasó nada. Ahora bien, mi particular punto de vista es que la música criolla, léanlo bien, debe evolucionar y bienvenida sea la introducción de nuevos instrumentos musicales y para ello hagamos un paralelo.
La música argentina, digamos la milonga y el tango, nació con el acopmpañamiento de dos o tres guitarras, nada más. Y ni siquiera era cantado.  Luego poco a poco recibió los aportes del bandoneón, el piano, el violín, las voces,  y de este modo fue enriqueciéndose. La música cubana ídem: desde el trío que tocaba el son con solamente un tres, una guitarra y dos maracas llegó hasta la moderna charanga, donde los instrumentos de cuerda y de viento han traído una riqueza sonora digna de imitar y comparable a las orquestas de cámara que interpretan música clásica. Y si la introducción de nuevos instrumentos fue un éxito en otros países, ¿por qué no puede serlo en la música criolla? ¿Porqué quedarnos tan sólo con la guitarra y el cajón? Y perdonen la insistencia, pero espero que se lo graben en el disco duro: los criollos sí queremos cambios en la música criolla pero sin quitarle sabor: a la carapulca se le sazona con ají pero no con kétchup; y se le adorna con yuca, pero no con bróccoli. ¿Entendiste?
Luego, en cuanto a la temática, notamos que las tradicionales letras de amor, de fiesta y de despecho, cambiaron con Pinglo, quien en sus com´posiciones empezó a plantear el tema urbano, hasta ese momento poco menos que inexistente en la Lima de los 20s, para regalar al Perú temas tan extraordinarios con respecto al barrio (Vuelta al barrio), temas existenciales como la vejez (El espejo de mi vida) y temas sociales (El Plebeyo, La Obrerita, Jacobo el leñador, El Canillita, La Oración del Labriego). Y en cuanto a letras que plantean y exigen un cambio social, nos remitiremos a lo hecho por Manuel Acosta Ojeda con su Canción de Fe y otras. Con esto estoy refutando las aseveraciones inexactas de quienes, so pretexto de presumir de vanguardistas, iconoclastas o inconformes, en nombre de la modernización rinden pleitesía a quienes hacen toda clase de menjunjes musicales o letritas donde a cada paso te das cara a cara con huachaferías que soslayan un detalle muy simple y muy exacto: A uno le gusta escuchar lo que suena bien, lo que es agradable al oído y no la innovación por el simple hecho de innovar, por el prurito snob de estar a la moda y el resto son pamplinas. En todo caso, si quiero innovar, entonces traigo dos trombones, una balalaika, una matraca, le enseño a cantar en ruso a un loro, le quemo la cola a un gato y todo eso lo llevo a grabar y ya está: ya innové la música criolla. ¡Ya pues, déjense de huevadas! Se trata de innovar pero con buen gusto, con clase, como lo hicieron Pinglo y Manuel Acosta Ojeda con sus temas, como lo hiciera el conjunto Fiesta Criolla y su cajón incorporado, como lo lograra el mencionado tío Julito Mori, como la misma Eva Ayllón y sus arreglistas que le meten teclados, sintetizadores, flautas traversas y armonías jazzísticas. Pero todo ello viene - óiganlo bien, señores críticos descontentos - con sabor criollo, que no pierde su esencia con el arreglo, que se puede bailar con punta y taco, con quimba y recuteco.
Si la innovación no mantiene ese gustito a jarana está condenada al fracaso, como aquellos innovadores que fueron impuestos desde arriba en la década de los setenta, al igual de aquellos quienes, en los ochenta, introdujeron letras poéticas en el landó, cuya intención fue buena, hasta loable si se quiere, pero no pegó, porque ese tipo de landó al que empezaron a llamar “canción urbana” no era bailable y sus arreglos perdieron el sabor criollo para parecerse más a una pizza miraflorina que a un plato de frejoles con seco. Y a este punto, vale la pena una anécdota de Astor Piazzola, quien hiciera tantas innovaciones a la música rioplatense: cierta vez le increparon unos parroquianos en el boliche donde tocaba que se dejara de pavadas, que eso que hacía no era tango. Piazzola se arrebató.
- ¿Y quien te ha dicho a vos que lo que sho hago es tango, che viejo? ¡Sho lo que estoy haciendo es música de Bueno Saire, viejo! Oíme, boludo, esto es música urbana, no es tango, me entendés!?
No se lo entendieron, por supuesto. Lo mismo sucedió con los extraordinarios creadores de los ochenta, con sus dos ejemplos más saltantes: Andrés Soto y el Kiri Escobar: hicieron buena música, pero no pegó porque no se sabía, no se podía bailar. Pero en el ámbito internacional si se dio muchas veces: Pérez Prado, incomprendido y marginado en Cuba a principios de los cuarenta por meterle jazz a la música cubana, salió triunfador a nivel mundial con el mambo a fines de esa misma década. Lo mismo pasó con Rubén Blades quien le metió poesía a su salsa; y más acá con Juan Luis Guerra y su 4:40 quien le lavó la cara y maquilló a la cantinera bachata. No es necesario añadir que lo hicieron con clase y sin quitarle sabor.
QUE DICEN LOS FOLKLORISTAS.
Los telúricos, folkloristas fanáticos, arguyen otra variante: que la música criolla por tener origen e instrumentos europeos no merece la difusión que tiene porque no es auténticamente peruana, que la música vernácula es más pura que el agua de manantial. A estos fanáticos, en quienes he percibido revanchismo y antagonismo a ultranza solo les hago algunas preguntas: ¿es acaso el charango neto del tiempo de los incas? ¿Lo es el arpa? O lo es, acaso, el sabroso saxo de la música huanca? Y el huaynito “Amor de guardia civil” acaso viene de la gendarmería de Pachacútec? Y las trompetas y cornetas de las bandas folklóricas figuran acaso en algún huaco mochica? Trate, señor anticriollo, de hacer folklore sin esos instrumentos, a ver si le vacila a la gente andina. Haga usted música solo con pututos, y zampoñas y verá que se va a quedar lleno de telarañas y de huacos en el siglo XV. Al famoso conjunto “Los Pacharacos” quítele la guitarra y el saxo, quítele el cajón (¡sí, tocan huayno con cajón!) y qué le queda? (Respóndanme por favor sin insultos). Créanme, amigos folkloristas, (y esto lo digo sin cachita), la música andina es hermosa, lo mismo que la música criolla. Entonces, - y esto va también para los criollos- ¿porqué antagonizar? ¿Porqué discriminar? A ti criollo, si no te gusta lo vernacular, no vayas al coliseo, pues! Y a ti, folklorista resentido, si odias el vals y la polka no escuches música criolla pues, porque a nadie le vas a imponer tus gustos. Ya la historia no ha dado la dura lección de que lo que se impone desde arriba, al caballazo, termina mal. Por lo demás, el criollismo ha sobrevivido pese a los ataques que viene sufriendo desde hace buen tiempo, pese al poco apoyo que recibe de las entidades oficiales, pese al avance de la música juvenil bombardeada desde el extranjero por radio y TV y pese, vergüenza nuestra, a la desidia, negligencia y descuido –característica innata, vale acotarlo - de los mismos criollos.
OTROS ENFOQUES.
Existe además otra corriente adversaria. Es la corriente roquera, la del pop, el reggae y el perreo. Para estos muchachos todo lo que huela a criollo es sinónimo de siglo XIX y las tapadas. Su posición es perfectamente comprensible: los adolescentes viven en una permanente ebullición hormonal, ideológica y anímica. Es una enfermedad que se les cura con los años, es simplemente cosa de adolescentes. Cuando estos chicos lleguen a los cuarenta y logren la visa a Miami van a llorar con los valses de Zambo Cavero y Eva Ayllón, van a bailar huaylash mezclado con rock y, entre tanta hamburguesa, van a extrañar el olluquito con charqui (ver cuadro 3).
Aún hay más. La ultima contracorriente, débil y achacosa, es la de los mismos criollos que pasan de los setenta. Para ellos todo criollo que no gusta de los interpretes del año treinta es simplemente un cojudo a la vela. Según ellos hay que cantar como el dúo Montes y Manrique, los mismos temas de los Govea y hasta vestirse como los Govea, hay que peinarse y vestirse a lo Gardel, y peor, hay que escuchar con solemnidad y reverencia cuando dicen que todo tiempo pasado fue mejor.
Yo respeto a la guardia vieja, porque de sus cultores aprendí lo poco que sé. Porque muchos de ellos nos contaron sus anécdotas –mayormente infladas con el gas toquerón de la exageración criolla – que nos dejaron boquiabiertos. Lamentablemente los defensores de los temas de la guardia vieja, en su mayoría, están demasiado pegados a la década de 1920. Para ellos no hay otro criollismo que el de su tiempo, y valgan verduras, hay que decirles con el respeto que se merecen porque son nuestros maestros que la música criolla, para bien o para mal, sí ha evolucionado.
Mi viejo, por ejemplo, renegaba cuando escuchaba acompañar el vals con cajón, porque en sus tiempos no se usaba. Y tienen razón cuando nos dicen que antes había muchos más compositores criollos y se escuchaba más música criolla que hoy y para eso no hay que darle mucha vueltas al pollo a la brasa. Solamente hay que preguntarse cuántos habitantes tiene Lima. Y qué porcentaje de ellos son provincianos. Asimismo, qué cantidad de ritmos extranjeros llegaban a Lima y cuantos medios de comunicación había, además de la radio, los periódicos y Radio Bemba y qué cantidad hay hoy en día, con globalización e Internet. La respuesta es obvia. Y ella misma nos explica los ataques de los vernaculares. Hace ya varias décadas que Lima se está llenando de provincianos que han bajado en Desamparados con sus arpas, bombos y charangos;  y dicha nostalgia por su tierra la mezclaron con la cumbia; luego, sus descendientes convirtieron aquella máchica sonora en la internacionalmente famosa chicha, que es la música que escucharon desde la cuna las nuevas generaciones de limeños
COLOFÓN
Por todo lo anterior me atrevo a vaticinar que la esencia, es decir, la fórmula de la música criolla se va a alterar, a contaminar, no sé si para bien o para mal; no sé si sonará mejor o peor, no sabemos si se achichará, se ahuaynará o se acubanará, o amorenará, pero sí sé que lo que salga de allí no va a influir en los centros musicales, los cuales, por su autenticidad, por su integridad, por su coraza antipolución, por su vacuna antichicha, por su casco anti-perreo se diferencian de la comercialísimas peñas como una caja de fósforos de un ladrillo. Espero que quienes quieren antagonizar me hayan comprendido. Además, espero que surjan opiniones, que escriban y refuten, pero con argumentos, no con insultos. Hago por última vez la aclaración de que no soy enemigo del folklore ni de la evolución de la música.
Y una última invocación: no maten la música criolla.
MANUEL ARANIBAR LUNA.
Estocolmo, 15 de diciembre del 2004.