lunes, 25 de julio de 2011

Copa América 2011. Perú 2 Colombia 0: UN LOBATAZO EN ARGENTINA.



Por: MANUEL ARANIBAR LUNA



Hay una especie en vías de extinción en el futbol moderno: la de los másters artilleros de cañonazos teledirigidos, los que meten goles de tiro libre a treinta o cuarenta metros del arco. Antes -vale la comparación- los había a patadas, hoy en día es difícil hallarlos. Son de los más buscaditos. Y entre ese puñado de francotiradores, para escozor de sus maldicientes, está Carlos Lobatón Espejo.

LOS AMOS DE LOS TIROS LIBRES.

El Loba en el Sporting Cristal, dentro de la tradición de los amos de los tiros libres, sigue la escuela de Gallardo, Arrelucea, Mifflin, Solano, Manassero, y hasta el Pincel Sheput (recordemos su golazo de media cancha). El Loba nos ha dado grandes satisfacciones con golazos, con lobatazos que en su mayoría los ha ejecutado con un mínimo de veinte metros de distancia al arco. El Loba la sabe jugar fino pero simple. La juega de toque cuando hay alguien que se la sabe devolver sin intereses. No es de lujos ni huachas innecesarias. Carlitos tiene, además, una facilidad innata, una predisposición para armar juego, para pasarla al compañero justo al pie, o bien administrar los ataques con pases de cuchara, en cortada, en callejón, en diagonal, al vacio.

Es del caso agregar que el Loba no siempre entra con la mecha prendida. Carlitos es jugador de inspiración. Algunas veces ingresa al cuadradito verde con caballitos de totora en vez de chimpunes, pensando más en los nidos de golondrina de Madagascar. Y cuando aparece así, desganado como recién regresado de luna de miel, no le sale ni siquiera un pase gratis para los juegos mecánicos. Pero cuando se enchufa, cuando se le prende el disco duro, ¡agárrate Catalina!, le brotan unos solos de guitarra eléctrica que dejan a Santana como una reverenda zapatilla.

EL LOBATAZO A COLOMBIA

Sí, aunque suene a lugar común, fue un lobatazo decisivo. Le cambió la cara al partido. Esta vez Carlitos entró con órdenes de recostarse a la derecha para alimentar a los de adelante y darles pases en callejón, surtirlos apenas la tuviera. Pero su tarea era aún más sacrificada: tapar a los colombianos que se filtraban por todos lados como hordas de invasores. Mientras que la defensa amarilla estaba en duelo contra Vargas, Guerrero y Periquito Chiroque, protegiendo la valla de su buen guardarredes.

Esa malla del equipo cafetero hacía buen tiempo que estaba invicta, intacta. La bola quería entrar, tenía que entrar, y entró, porque si no entraba esa tarde iba a caer nieve en la selva. Esta del partido con Colombia era una pelota que se prestaba para que la meta de contrabote, como le gusta definir a todo el mundo, porque así la pelota pasa limpia entre las narices de defensas y arqueros, porque un gol como el de esa tarde se queda grabado en las retinas de los fanáticos; y porque, en fin, la belleza de estos goles es inenarrable. Cuando la bola viene así, provocativa y zumbática, tentadora y juguetona, con esos veleidosos botes de “atrévete a tocarme” es una incitación al bombardeo frenético.

El Loba la conoce bien y , sabiendo que la mayoría de veces estas pelotas van a dar a las tribunas, le puso el empeine como para arrancar la moto, los dedos mirando al suelo y la pierna medio retorcida para fulminarla con el mismo taqueo de los billaristas a tres bandas, pero con esa furia que ocasiona la provocación de esos botes de pelota de playa por un desafortunado rechazo del golero colombiano que, para su desgracia, cayó en efecto dominó sobre su capitán, quien besó el pasto como si lo hubiera noqueado Tysson. Y Yépez, de yapa, le dejó la puerta abierta al Loba. Carlitos agradeció el obsequio que venía rebotando como trompo carretón. Fue un batacazo vigoroso, alimentado con maca y quinua, con chuño y polenta (no, no es una propaganda de productos naturales), y la pobre malla tuvo que comerse la pelota de un solo bocado: apoteosis, saltos frenéticos, pirámides blanquirrojas sobre Carlitos y alaridos histéricos de los relatores deportivos.

¡Ese es el Loba que todos queremos ver siempre!

¡Si así fuera en todos los partidos, Loba, estarías jugando en la primera división de España!

miércoles, 6 de julio de 2011

ARGENTINA 1 BOLIVIA 1: Se dispersó la nube volcánica porteña.

Por: Manuel Araníbar Luna




Confiados, los gauchos esperaban una bomba digna de la triple A, pero les cayó otra de la Triple M: Marcelo M. Martins,  una migraña para sus defensores.


Los albicelestes, esperando al Messias, se las dieron todas a la pulga pero al Lío todo se le hizo un lío, tratando de jugar solitario en un equipo en el que nadie jugaba para el equipo. Y con las cosas más difíciles que monja escaldada, el arco de Bolivia les resultó inaccesible como la puna altiplánica.


Quinteros, el DT boliviano, desde el camarín les había dicho que no teman, que los argentinos comen bifes y no pollos. Y el pollo Arias, un arquerazo, atajó hasta los pedos. Las cuatro R’s no dejaron pasar ni a la nube volcánica. Jhasmany, el Joven Maravilla, a quien sólo llamaremos Campos para no enturbiar mis relaciones con la gramática, es – a pesar de su nombre- un buen jugador.


Las cosas se invirtieron. Los gauchos esperaban escuchar un Lamento Boliviano pero a sus oídos llegó un takirari:


Flojo, sinvergüenza,
tiravida, qué querés

cantado por el Pollo Arias,  acompañado por el Coro de las cuatro erres: Ronald Raldés y Ronald Rivero además del barítono Lorgio Álvarez, más conocido como Lorg el Candado, debido a que es tan avaro que sólo mete la mano al bolsillo para acomodarse el calzoncillo. 

La pelota rebotaba inofensiva contra el búnker verde. Y a los segundos 46’ de sufrimiento, se produjo el garrotazo. El Edevaldo no en balde hizo un taquito un poco mariposón que quiso responder también de taco el  Banega que estaba pensando en la inmortalidad de Gardel y la obesa le hizo un toc-toc entre las jabonosas piernas, y entró al arco lenta y parsimoniosa, sin que nadie se dignara a  decirle “pase usted”, el Sergio Romero (¡pucha cuántos Chechos!) la quiso sacar a  bofetadas, pero la gorda sinverguenza ya estaba enquistada como Salmonella y no salió ni con carta de despedida. Corrieron al centro el juez y el guardalíneas.  Las cuatro S’s  gauchas (dos de Messi y dos de Cambiasso) no sisearon ni protestaron: gol y al centro.

El  Evo, cuya mujer se llama Adana, estaba en la tribuna y desde allí porreaba para que sus tres M’s y las cuatro R’s le hagan oposición a la triple A. Esto ocasionó que los platenses les mentaran las cuatro P’s, pero nadie les quitó el ridículo, a pesar del extraordinario gol del yerno de Maradona, el fanático che del ánime, Sergio el Kun Agüero.

Fue toda una pintura, una mezcla de toreo y artes marciales. El pelotazo vino combado. El Burdisso sacó pecho como recibiendo un don del cielo y -nada egoísta  en un equipo de egocéntricos- se la jugó así, sin bote, al elegido del D10S, al yernísimo. El Kun se elevó como los niños bicicleteros de “ET el Extraterrestre” para zapatear malambo en el aire, pero no le dio a la boleadora, más bien castigó de tijerazo a la gorda pizpireta con un pedaleo aéreo a lo Michael Jackson. Y la rechoncha bailarina infló a esa inmensa canasta  de víveres llamada arco, ocasionando un súbito y frenético grito orgásmico en las hasta ese momento desilusionadas barras argentinas. Suspiro de alivio para su tocayo el Checho y para los cincuenta mil espectadores.



Fue un agónico tango porteño, porque Lavezzi era entrador, pero jugaba sucio y a Lavezzi el Checho lo mandó a lavarse, a Cambiasso lo cambió, creyendo que Di María limaría asperezas pero Di María quedó romo, porque Arias en el área, junto con las cuatro erres eran unas murallas que no dejaban que nadie se acerque a la raya. Banega fue una mazamorra.  Marcos Rojo dejó de ser celeste y se tiñó de  verde envidia al ver que los boliches se defendían bien y contragolpeaban de lo lindo.

Bolivia era un jardín, una estancia verde donde no entraban cuatreros gauchos: Vaca, Florez, Campos, Robles, como para abandonar todo en ese contaminado estadio y escapar a la granja a respirar aire campestre.

Pitazo final del árbitro: 1 a 1 y el Messías nunca llegó para el milagro de la multiplicación de los goles.

CONSEJO DE ORO: Jamás le hagan escuchar a Banegas el tema  “Taquito Militar” de Marianito Mores.