martes, 6 de septiembre de 2011

EL ROMANCE SECRETO DE LUCIANITA Y LA FOQUITA

Por: MANUEL ARANIBAR LUNA


¡Primicia mundial! ¡Obtuvimos las fotos del romance platónico entre Lucianita y La Foquita!

La encontramos a la entrada del Congreso. Al principio la Lucianita lo negó.

-         ¿Qué, que tuve un romance con la Foquita? Por favor, déjeme pasar, soy una mujer muy ocupada, no estoy para chismes de TV!
-         Un minuto por favor, Lucianita, mira esta foto. ¿Lo vas a negar ahora?

Lucianita vio la foto. Enmudeció  y tragó saliva. Se le inundaron los ojos de lágrimas. La dejamos llorar un rato. Por fin, luego de suspirar repetidas veces, se animó a hablar.

-         Prométeme que no publicarás esto.
-         Mi palabra de honor, Lucianita, ¿acaso crees que somos de Magali?

Entonces nos contó toda la historia. Tomen asiento y lean:

Se conocieron por mera casualidad. La Foquita tenía unos diez años. El equipo Sub -12 del Muni, dirigido por Montalvo, jugaba en la cancha de La Hebraica un partido de entrenamiento contra  un equipo de hijos de pitucos llamado “The Daddy’s Pet FC”.

Ella, por supuesto fue a acompañando a su papá a quien  en aquellos tiempos aun le quedaba un poco de pelusa en la nuca  y un par de pinceles en las patillas. A Lucianita no le gustaba el fútbol, pero el Pelao la llevó a rajatabla porque estaba interesado en hacer negocios con uno de los papás de los chicos. Y no estaba nada mal que, en aras del deporte y los negocios, uno de los chicos se interese en ella. El Pelao vio jugar a la Foquita y se entusiasmó. Se acercó donde Montalvo.


- Dígame profesor, aparte de  escapero, le ve buen futuro al negrito?
- ¿A cuál de ellos se refiere?, porque acá tengo varios gatitos.
- Al que parece una foquita.
- Yo nunca me equivoco. La Foquita no va a tener futuro como bailarín de salsa sino como futbolista. Créame, don Rómulo, que la Foquita no va  parar hasta llegar a Europa.


El Pelao se frotó las manos y la calva (eso le traía suerte). Se acercó donde Lucianita que estaba entusiasmada viendo el partido. En realidad estaba mirando a un rubiecito.

- Hija, ¿quieres tener plata a raudales sin depender de mis millones?
- Si papi.
- ¿Quieres casarte y vivir en Europa con un futbolista famoso?
- Si papi.
- ¿Quieres hacer de tu futuro un faenón?
- Si papi (pero qué pesado se pone este pelao!).
- Bueno, mi querida hija, allí lo tienes.

Julianita volteó y fijó la mirada en el rubiecito que jugando pelota era más malo que comerse los mocos.

- Ya lo ví, papi. Ese es mi jugador.
- Ejem… Este, perdón, hija… ejem.. – dijo el Pelao y le volteó la cara para otro lado-. No es él. El negro es tu futuro…
- Pero, papi, me has dicho que mi futuro está bastante claro!
- Ejem.. no, Julianita… mira a esa foquita que ves ahí,  el que está rompiendo  las cinturas al resto de jugadores.
- ¿Quién? ¿El negrito que tiene medias de diferente color y además están rotas?
- Si, hija linda… estos tiempos no están para despreciar a nadie por el color de la piel.
- Pero si recién ayer me dijiste que me debería casar con el hijo de mi tío Alan.
- Si pero tu tío Alan está molesto conmigo porque…ejem…te lo diré cuando seas más grandecita… así que el gordito hijo de tu tío Papada no te conviene por el momento.
- Papá, pero es negro.
- ¿Y qué? Va a ser millonario. Va a tener una casa con pisicina… no se va meter con vedettes.
- ¡Y tú cómo lo sabes! ¡Todos los futbolistas tienen novias vedettes!
- Yo te lo aseguro porque yo le voy a administrar su plata. Voy a ser su agente…
- Papi, pero en los periódicos dicen que tu eres mala gente…
- No dije gente…dije agente… además eso lo discutiremos cuando seas grande.
- Papi, todo me lo guardas  para cuando yo sea grande. ¿Te refieres a tu plata también?
- Eso lo discutiremos cuando seas grande…
- ¡Papá, pero ese negrito no me gusta!
- Uno se acostumbra a todo, hija.  Te acuerdas que no te gustaba la leche? Ahora ya la tomas.
- Bueno, no siempre…yo se la doy al perro.
- ¿Te acuerdas que no te gustaba la plata? Ahora te gusta ¿no?
- Papi…no lo has dicho completo. Yo te he dicho que no me gusta la poca plata que me das de propina…
- Este…ejem…hija mía…. Por lo menos déjame tomarte una foto con él…
- Papá, pero es negro!
- Bueno… te prometo darte una buena propina, y no vas tomar leche ni sopa si te dejas tomar la foto.
- Bueno, así si.

El Pelao llamó a la Foquita.

- No señor, yo no le robau –se asustó la foca -. Yo etau entrenando con don Montalvo pa ser jubolista.
- No es para eso, Foquita, quiero que te tomes una foto con mi nena.
- No me va meter preso?
- No, Foquita… te voy a dar una buena propina…

Metió la mano al bolsillo y le puso cincuenta céntimos. A la Foca se le iluminó el foco.

- ¡Cincuenta céntimos! ¿A quién hay que matar?

- Ya, júntense, peguen sus caras. Sonrían, ¡digan chis!

Pero Lucianita no quería pegar su rostro al de la Foquita que estaba sudoroso aún.

-         Prométeme que no voy a tomar sopa jamás!
-         Te lo prometo hija.
-         Señor – dijo la Foquita – no me va a quitá la prata?
-         No Foquita, no – dijo el Pelao – eso sí, no te vayas a malgastar tu plata en golosinas.

Y todo salió bien. Julianita corrió a lavarse la cara. Eso sí después de tomar la foto, el Rómulo guardó la cámara en su maletín.

-         Uno nunca sabe, hija - le dijo- En Lima hay mucha competencia. El negrito me la puede arrebatar.

La Foquita envolvió su moneda con un periódico y la metió en su zapato izquierdo, justo el que no tenía hueco. Y se fue corriendo a casa. No se lavó la cara por un mes (en su casa no había agua).

- nuay que confiarse de naides – dijo-. ¿Y si el Pelao se arrepiente y me acusa de haberle arrebatau la prata?

Pero la viuda, perdón, la vida da muchas vueltas. A Montalvo lo sacaron del Muni, y la Foquita no volvió a los entrenamientos porque no tenía plata para su pasaje. No regresó jamás. Y nadie se dignó a buscarlo porque vivía en un barrio de malandrines. Cuando el Pelao preguntó por él le dijeron que de la Foquita no se sabía nada. Decepcionado fue a buscar a Lucianita. La abrazó y le dio un beso.

- Hija mía, te acuerdas del futbolista rubio que tanto te gustaba?
- Si, papi, pero sigo tus consejos. Hoy no hago más que mirar mi foto con el negrito.
- Olvídate de él…acabo de averiguar que el papá del rubiecito tiene negocios petroleros en Panamá.





lunes, 1 de agosto de 2011

URRETAVISCAYA: LO SACAN DE PEÑAROL POR SU APELLIDO

Por: Manuel Araníbar Luna
manuel.aranibarluna@gmail.com
Si, sufre mucho por haber perdido la final de Peñarol contra el Santos. Pero además ha recibido la noticia de que lo sacan del equipo aurinegro.
Apenas finalizado el partido con Santos, los cobardes directivos , al tanto de la furia que embargaba a los aurinegros,  en vez de encaminarse al camarín a compartir desdichas, envian a un inexperto emisario con la triste noticia. El emisario ingresa al camarín donde llama al Jonathan Urretaviscaya a un costado para informarle que tiene órdenes de rescindirle el contrato.
¾    Ah, este, este…tú eres Uretra, creo y Vizcacha tu segundo apellido. Lindo apellido, ji ji ji.
¾    Urretaviscaya, no te confundás. Y tampoco me gusta tu risita.
¾    ¿Vizcacha?
¾    Urretaviscaya todo junto. ¿Me estás tomando el pelo? ¿Y para qué me buscás?. ¿Sos periodista?
¾    Ya te lo digo, me ha enviado el presidente del club. Pero decime vos, ¿cómo firmás?
¾    Con lapicero, como todo el mundo.
¾    Ji ji ji, qué bueno el chiste, pero esto es serio, por favor firmá.
¾    ¿Qué voy a firmar?
¾    Tu carta de despido.
¾    Yo no firmo un carajo.
¾    De acuerdo. Entonces haceme el favor de enviar una nota firmada por vos en la que les decís que no firmas ningún despido
¾    Yo firmo así (se demoró siete minutos, mientras el emisario esperaba impaciente).
¾    ¿Qué escribís, la lista de los treinta y tres? ¿No puedes hacer una rubrica? ¿Un garabato y punto? – dijo el nervioso enviado.
¾    No, porque mi viejo siempre me dijo que no me avergüence de mi apellido.
¾    ¿Y eso que tiene que ver? Una rúbrica es algo personal.
¾    Si, pero no. Yo firmo mi apellido completo con todas sus letras, y si me ordenan lo contrario no firmo  nada.
¾    Pero entendé, botija.
¾    Yo me llamo Jonathan, so pedazo de mortadela.
¾    Okey, Yo - yo - Jonathan.
¾    ¿Qué querés comigo bufarón. Querés camorra?
¾    Entendé chiquilín, te pongo un ejemplo: si a Chilabert le dicen Chila, y a Burruchaga le dicenn el Burro, por qué no te dejás llamar Uretra?
¾    Urretaviscaya, so pedazo de trolo. A la próxima te parto la dentadura.
¾    Pero es postiza.
¾    Mucho más fácil, te la hago tragar.
¾    Es que la orden es que acortés tu apellido. Podrías ser Urreta, o solamente Vizcaya. O sino haces una mezcla entre el primero y  lo último. Podrías ser Urraya. Mirá que a Butragueño le dicen el Buitre.
¾    Okay, ¿cómo te apellidas tú?
¾    Mariño Picón.
¾    Entonces , con ese criterio a vos te deben llamar maricón.
¾    Ji ji ji, qué gracioso. Mirá las cosas son así. Tengo órdenes de rescindirte el contrato si no modificas tu apellido en la casaquilla. Y todo esto es por marketing. Tu apellido empieza en la espalda de la camiseta y termina en el pecho. Además el escudo tenemos que subirlo un poquito para que entren todas tus letras. Y la publicidad tenemos que ponerla bien debajo de tu espalda, ya casi por la cintura. ¿Y qué patrocinadores nos van a contratar? ¿Los editores de silabarios? ¿Las revistas de crucigramas? Para lo único que sirve una publicidad ahí en la parte baja de la espalda sería para sólo dos cosas: para supositorios. En cambio si acortas tu apellido… por ahí, podemos enganchar con un laboratorio de esos que venden medicinas para la próstata. Y , mucho más acertado, para combatir la uretritis, ji ji ji.
¾    ¡Uretritis un carajo! Deja de cargarme el dado, bufarón. Yo no recorto nada. Porqué mejor no te recortás el apellido vos.
¾    Es que yo no soy  futbolista.
¾    Pero bien que te comés las comisiones de nuestros contratos.
¾    Oh, qué buena broma, chiquilín. Ji ji ji , qué estupendo chiste.
¾    Mirá que no lo digo en chiste. Te estoy cantando las cuarenta en tu cara.
¾    Y bien, olvidemos esta pequeña broma, botija. Pero qué ingenioso sos vos para inventar chistes. Esteee,  en ese caso tendríamos que poner el nombre  con letras pequeñísimas, las cuales no las va a poder leer nadie.
¾    Por mí que no se vea mi apellido. Lo que me interesa es jugar y no lo que escriban en la espalda . Ah, y de pasada, que no me pongan ninguna numeración tampoco. Así el árbitro no me va a poder identificar.
¾    Pero si de eso se  trata. Todos debemos tener un número y el nombre.
¾    Ya me tenés con uno hinchado y el otro por reventar. Y por qué no te lo pones vos donde termina tu espalda.
¾    Pero es que además hay otra cosa. La barra jamás te va a ovacionar. Imagínate nomás, chiquilín, cómo los barristas van a sufrir para cantarte:
¡Olé olé olá, Urretaviscaya  Urretaviscaya! El cantito no va a pegar, pues, Uretrita.
Bueno, el emisario Mariño Picón está en el hospital con traumatismos múltiples. El mismo Jonathan ha llevado un cartelito y lo ha pegado en pared de su cabecera. Ahí se lee.
“Se llamaba Mariño Picón, hoy se llama Maricón. Al primero que arranque ese letrero le daré una paliza igual”.
Hoy el Jonathan, como buen yorugua mezclado con vasco,  más terco que una mula, promete casarse con la hija de un gran jugador, el vasquito  Olarticoechea, para que sus apellidos sean un tren de letras. Imagínate, viejo, que a su primer hijo se le bautice como Nabucodonosor Hermógenes Urretaviscaya Olarticoechea.
De la maternidad lo van a soltar al chiquilín como NN. Y mucho peor, se queda analfabeto por que no lo van a recibir en el colegio por falta de espacio en la libreta.

lunes, 25 de julio de 2011

Copa América 2011. Perú 2 Colombia 0: UN LOBATAZO EN ARGENTINA.



Por: MANUEL ARANIBAR LUNA



Hay una especie en vías de extinción en el futbol moderno: la de los másters artilleros de cañonazos teledirigidos, los que meten goles de tiro libre a treinta o cuarenta metros del arco. Antes -vale la comparación- los había a patadas, hoy en día es difícil hallarlos. Son de los más buscaditos. Y entre ese puñado de francotiradores, para escozor de sus maldicientes, está Carlos Lobatón Espejo.

LOS AMOS DE LOS TIROS LIBRES.

El Loba en el Sporting Cristal, dentro de la tradición de los amos de los tiros libres, sigue la escuela de Gallardo, Arrelucea, Mifflin, Solano, Manassero, y hasta el Pincel Sheput (recordemos su golazo de media cancha). El Loba nos ha dado grandes satisfacciones con golazos, con lobatazos que en su mayoría los ha ejecutado con un mínimo de veinte metros de distancia al arco. El Loba la sabe jugar fino pero simple. La juega de toque cuando hay alguien que se la sabe devolver sin intereses. No es de lujos ni huachas innecesarias. Carlitos tiene, además, una facilidad innata, una predisposición para armar juego, para pasarla al compañero justo al pie, o bien administrar los ataques con pases de cuchara, en cortada, en callejón, en diagonal, al vacio.

Es del caso agregar que el Loba no siempre entra con la mecha prendida. Carlitos es jugador de inspiración. Algunas veces ingresa al cuadradito verde con caballitos de totora en vez de chimpunes, pensando más en los nidos de golondrina de Madagascar. Y cuando aparece así, desganado como recién regresado de luna de miel, no le sale ni siquiera un pase gratis para los juegos mecánicos. Pero cuando se enchufa, cuando se le prende el disco duro, ¡agárrate Catalina!, le brotan unos solos de guitarra eléctrica que dejan a Santana como una reverenda zapatilla.

EL LOBATAZO A COLOMBIA

Sí, aunque suene a lugar común, fue un lobatazo decisivo. Le cambió la cara al partido. Esta vez Carlitos entró con órdenes de recostarse a la derecha para alimentar a los de adelante y darles pases en callejón, surtirlos apenas la tuviera. Pero su tarea era aún más sacrificada: tapar a los colombianos que se filtraban por todos lados como hordas de invasores. Mientras que la defensa amarilla estaba en duelo contra Vargas, Guerrero y Periquito Chiroque, protegiendo la valla de su buen guardarredes.

Esa malla del equipo cafetero hacía buen tiempo que estaba invicta, intacta. La bola quería entrar, tenía que entrar, y entró, porque si no entraba esa tarde iba a caer nieve en la selva. Esta del partido con Colombia era una pelota que se prestaba para que la meta de contrabote, como le gusta definir a todo el mundo, porque así la pelota pasa limpia entre las narices de defensas y arqueros, porque un gol como el de esa tarde se queda grabado en las retinas de los fanáticos; y porque, en fin, la belleza de estos goles es inenarrable. Cuando la bola viene así, provocativa y zumbática, tentadora y juguetona, con esos veleidosos botes de “atrévete a tocarme” es una incitación al bombardeo frenético.

El Loba la conoce bien y , sabiendo que la mayoría de veces estas pelotas van a dar a las tribunas, le puso el empeine como para arrancar la moto, los dedos mirando al suelo y la pierna medio retorcida para fulminarla con el mismo taqueo de los billaristas a tres bandas, pero con esa furia que ocasiona la provocación de esos botes de pelota de playa por un desafortunado rechazo del golero colombiano que, para su desgracia, cayó en efecto dominó sobre su capitán, quien besó el pasto como si lo hubiera noqueado Tysson. Y Yépez, de yapa, le dejó la puerta abierta al Loba. Carlitos agradeció el obsequio que venía rebotando como trompo carretón. Fue un batacazo vigoroso, alimentado con maca y quinua, con chuño y polenta (no, no es una propaganda de productos naturales), y la pobre malla tuvo que comerse la pelota de un solo bocado: apoteosis, saltos frenéticos, pirámides blanquirrojas sobre Carlitos y alaridos histéricos de los relatores deportivos.

¡Ese es el Loba que todos queremos ver siempre!

¡Si así fuera en todos los partidos, Loba, estarías jugando en la primera división de España!

miércoles, 6 de julio de 2011

ARGENTINA 1 BOLIVIA 1: Se dispersó la nube volcánica porteña.

Por: Manuel Araníbar Luna




Confiados, los gauchos esperaban una bomba digna de la triple A, pero les cayó otra de la Triple M: Marcelo M. Martins,  una migraña para sus defensores.


Los albicelestes, esperando al Messias, se las dieron todas a la pulga pero al Lío todo se le hizo un lío, tratando de jugar solitario en un equipo en el que nadie jugaba para el equipo. Y con las cosas más difíciles que monja escaldada, el arco de Bolivia les resultó inaccesible como la puna altiplánica.


Quinteros, el DT boliviano, desde el camarín les había dicho que no teman, que los argentinos comen bifes y no pollos. Y el pollo Arias, un arquerazo, atajó hasta los pedos. Las cuatro R’s no dejaron pasar ni a la nube volcánica. Jhasmany, el Joven Maravilla, a quien sólo llamaremos Campos para no enturbiar mis relaciones con la gramática, es – a pesar de su nombre- un buen jugador.


Las cosas se invirtieron. Los gauchos esperaban escuchar un Lamento Boliviano pero a sus oídos llegó un takirari:


Flojo, sinvergüenza,
tiravida, qué querés

cantado por el Pollo Arias,  acompañado por el Coro de las cuatro erres: Ronald Raldés y Ronald Rivero además del barítono Lorgio Álvarez, más conocido como Lorg el Candado, debido a que es tan avaro que sólo mete la mano al bolsillo para acomodarse el calzoncillo. 

La pelota rebotaba inofensiva contra el búnker verde. Y a los segundos 46’ de sufrimiento, se produjo el garrotazo. El Edevaldo no en balde hizo un taquito un poco mariposón que quiso responder también de taco el  Banega que estaba pensando en la inmortalidad de Gardel y la obesa le hizo un toc-toc entre las jabonosas piernas, y entró al arco lenta y parsimoniosa, sin que nadie se dignara a  decirle “pase usted”, el Sergio Romero (¡pucha cuántos Chechos!) la quiso sacar a  bofetadas, pero la gorda sinverguenza ya estaba enquistada como Salmonella y no salió ni con carta de despedida. Corrieron al centro el juez y el guardalíneas.  Las cuatro S’s  gauchas (dos de Messi y dos de Cambiasso) no sisearon ni protestaron: gol y al centro.

El  Evo, cuya mujer se llama Adana, estaba en la tribuna y desde allí porreaba para que sus tres M’s y las cuatro R’s le hagan oposición a la triple A. Esto ocasionó que los platenses les mentaran las cuatro P’s, pero nadie les quitó el ridículo, a pesar del extraordinario gol del yerno de Maradona, el fanático che del ánime, Sergio el Kun Agüero.

Fue toda una pintura, una mezcla de toreo y artes marciales. El pelotazo vino combado. El Burdisso sacó pecho como recibiendo un don del cielo y -nada egoísta  en un equipo de egocéntricos- se la jugó así, sin bote, al elegido del D10S, al yernísimo. El Kun se elevó como los niños bicicleteros de “ET el Extraterrestre” para zapatear malambo en el aire, pero no le dio a la boleadora, más bien castigó de tijerazo a la gorda pizpireta con un pedaleo aéreo a lo Michael Jackson. Y la rechoncha bailarina infló a esa inmensa canasta  de víveres llamada arco, ocasionando un súbito y frenético grito orgásmico en las hasta ese momento desilusionadas barras argentinas. Suspiro de alivio para su tocayo el Checho y para los cincuenta mil espectadores.



Fue un agónico tango porteño, porque Lavezzi era entrador, pero jugaba sucio y a Lavezzi el Checho lo mandó a lavarse, a Cambiasso lo cambió, creyendo que Di María limaría asperezas pero Di María quedó romo, porque Arias en el área, junto con las cuatro erres eran unas murallas que no dejaban que nadie se acerque a la raya. Banega fue una mazamorra.  Marcos Rojo dejó de ser celeste y se tiñó de  verde envidia al ver que los boliches se defendían bien y contragolpeaban de lo lindo.

Bolivia era un jardín, una estancia verde donde no entraban cuatreros gauchos: Vaca, Florez, Campos, Robles, como para abandonar todo en ese contaminado estadio y escapar a la granja a respirar aire campestre.

Pitazo final del árbitro: 1 a 1 y el Messías nunca llegó para el milagro de la multiplicación de los goles.

CONSEJO DE ORO: Jamás le hagan escuchar a Banegas el tema  “Taquito Militar” de Marianito Mores. 

sábado, 12 de febrero de 2011

La lengüita de Larissa Riquelme: “Qué buenas pelotas en el Barza – Madrid."

Escribe: Manuel Araníbar Luna
manuel.aranibarluna@gmail.com
La sala de prensa del estadio— al terminar esa batalla llamada “Clásico Barza – Madrid”— repleta de marcianos con audífonos, cámaras y micrófonos supera los treinta grados, pese al invierno. Los reporteros se abalanzan y algunos son sacudidos por gorilas, cuyo cerebro está más vacío que el estadio después del clásico. Al ver esa batahola yo creía que el zafarrancho era para entrevistar a Villa por sus dos goles. Se lo pregunto a un colega que salía del zafarrancho, pero me dejó en blanco porque
1. No se le escuchaba nada por culpa del griterío.
2. No era un colega, era el ayudante de limpieza
3. Sólo hablaba en tailandés.
Pero, suerte mía, otro colega que sí habla español me ayudó.
—¿Cómo, no sabes quién es?
—Sorry, no.
—Es la que se pone el celular entre las toronjas.
—¿Alguna malabarista del circo? Pero por favor, qué tanta alharaca, en Sudamérica hay miles que lo hacen con las nalgas.
—¡No seas bruto!, es la modelo paraguaya mascota de su selección. Un monumento, mira y disfruta.
Por supuesto que no vi nada más que seis gorilas, muchos fotógrafos y camarógrafos que habían olvidado el desodorante. Pero, igual tuve que llamar al jefe.
—¿Eres bruto  o qué?  — me ladró en alemán mezclado con algunas maldiciones en ruso—. Consigue la entrevista a como dé lugar.
—Oye, pero…
—¿La entrevistaste ya? Mientras tanto no molestes.
—No sé ni como abordarla— le dije tartamudeando.
—¿Cómo, tú que has entrevistado al Papa, a Maradona, a Obama,  a la Madre Teresa, no sabes abordar una hembra como las hay miles en el tercer mundo? Pero, por favor, quítale la lengua, los dientes, los pechos y el trasero y no vas a encontrar más que un celular y una tanga. Yo creo que no quieres trabajar, so pedazo de vago.
—Es que todos se le están yendo encima. Qué hago?
—No te pongas debajo de ellos porque te pueden violar. Usa tu imaginación para llamar la atención de ella.
¡Eureka! Se me prendió el foquito. Me fabriqué un cartel con restos de las banderolas de los hinchas y escribí sobre él esta convincente frase:
                                                ¡€1 MILLON!

En efecto, apenas me vio, abrió tamaños ojazos, supongo que fue un amor a primera vista, por mi pinta. Por entre sus  dientecitos sacó su mañosa lengua y con ella me señaló. Sus mamuts con sobaquera me llevaron en procesión a su suite privada. A pesar de mis ochenta kilos jamás me sentí más ligero. Ella lo único que hizo fue señalarme con la lengüita, pero los mutantes me destrozaron el terno, quién sabe con qué torvas intenciones. Les dejé hacer lo que quisieron nada más que por orgullo. Estiró la languita hacia abajo y me dejaron caer al piso, luego sacó y metió rápidamente su lengua como víbora y le entregaron un lapicero. Giró la lengua, les guiñó un ojo y se retiraron.
—OK, pichón, ¿dónde tengo que firmar?
—Un minuto, nena, déjame siquiera hacerte unas preguntas. Larissa, dinos de qué equipo eres fanática.
—De mi equipo de maquillaje. Es que ellos me dejan hermosa y, además,  son los únicos que se enamoran de mis angelitos y no de mí.
—No,  me refiero al balompié
—Bueno yo bailo en un pie cuando recibo plata. ¿Dónde firmo lo del millón?
—Más tardecito, no te apures. Me refiero al fútbol
—¿Qué, te refieres a esos que patean una bola? Ay,  me gusta ese que está en la tele, el rubiecito ese de rojo.
—Ese es el heladero, ¿quieres uno?
—¿Un heladero? Ya tengo uno que me enfría cuando tengo candela en las entrañas, es dueño de una fábrica de helados,
—Yo me refiero al helado.
—Bueno, siempre que choco con un joven en el ascensor este se queda alelado.
—No Larissa, me refiero al helado, en paleta o en vasito, he—la—do! ¿La agarras?
—Mira,  yo se la agarro cuando nadie nos ve, porque hay muchos paparazzi. A propósito, no sé, pero cada vez que toco de casualidad con mi pechito a algunos hombres se les quita lo helado. Arden, mi querido, arden.
—    Mi pregunta se refería a cual de los dos te gusta. ¿El blanco?
—    Si, me cae bien, cuando me pongo blusa celeste me hace el cuerpo más finito.
—No, me refiero a los merengues.
—Los amo pero me hacen engordar.
—Me refiero a esos que están tras la pelota.
—Bah, ni que tuviera tanto como las que tengo adelante y atrás, además a esa la persiguen veintidós, a mi me persiguen cincuenta.
—No, me refiero a los blancos.
—No me digas que eres racista. A mi me gustan de todos los colores. Cuando me gusta uno me lo guardo donde no llega la luz…
—¿Qué?
—Sí, me gustan los blusones de todos los colores.
—Bueno, vamos rápido al granero…digo al grano.
—Ay, sí,  me brotó un granito acá, ¿será sarpullido, o erisipela? mira entre mis pechitos.
—Yo lo que veo son dos naranjas y un celular
—Pero si serás insensible. Ven trae tu manita, así así, ponla acá,  junto a mi celular.
—Este…¿acacito?
—Pero dime por qué te hierve la mano, coño, que parece un pulpo hirviendo. Y los dedos siento que te laten y a mí también me late. ¿Sentiste mis latidos?
—Si—si—si—si— si. Prosigamos, ¿te gusta el culé?
—Ya empezaste con tus frases de segundo sentido. Te advierto que no aguanto esas bromas. No te permito  llamarle culé a mi trasero. Yo le doy un nombre más bonito.
—¿Y cuál, se puede saber?
— Culata.
—No, culé son los del cuadro de  Cataluña
—Ah, Cata Luyo, mi nodriza, tiene tremenda culata, ya no está en casa,  la embarazó el jardinero.
—Tú si que eres un corcho. Me refiero a los azul grana.
—Y dale con los granos, ya te mostré el granito de mis pechos. Seguro quieres ver el otro que me ha salido acá al final de la espalda. Ven trae tu mano, acá, acacito en el derecho. No,  más al centro, ay, bruto, a esa cosa caliente le llamas mano ¿no será un termómetro? Ay, antes de todo, ¿donde está el contrato del millón?
—Paciencia, después vemos eso. Hablemos de Messi.
—¿Ah, ese que habla como si tuviera piedras en la boca? Quisiera verlo sin eso que le cuelga. Qué creías, que una es bruta?
— No, me parece que eres algo que rima con esa palabra.
— Ah, ya te entiendo, a mi me llaman la reina de las rutas.
— Oh, sí. Nadie te va a destronar.
— Por supuesto, a mí me destrozó mi primer novio, pobrecito.
— Pobrecito? ¿qué le pasó?
— No me duró más que dos meses. Al segundo le fue mejor.
— Ah, sobrevivió.
— No, ese vivió seis meses.
— Se supone que no tienes pareja.
— Cierto no la tengo acá, pero yo siempre necesito compañía
— Es ese el hecho?
— No, contra el helecho es malo, se te suben las hormigas, yo prefiero hacerlo sobre un colchonero.
—Dirás un colchón negro.
— No, en el colchón con un camerunés, son tan cariñosos!
—Y bueno, que te parece el arbitraje.
— Bueno, no traje un traje, estoy como me ves, pero lo que lo que se dice traje no uso, me encantan más los shorts, las blusitas.
—No, me refiero al juez.
—Si, ya  me han invitado al Concierto de Aranjuez, pero no sé bailar salsa ¿O es un roquero? Debe ser lindo puesto que todos lo mencionan, me regalás un disco de ese conjunto de rock?
—Pucha que eres un corcho, ¿eres sumisa?
—No voy a misa desde que al cura se le cayó la ostia aquicito dentro de mi pecho. Y entre el y el monaguillo se pelearon por sacarlo. Al final el cura tuvo que comulgar ante una bruja. Me han prohibido la entrada.
— ¿A la iglesia?
—No, al convento.
—¿Queeeé, te presentaste para monja?
— No, quise hacer un show ante Benedicto.
— El papa?
— No, el dueño del convento. No pongas esa cara de carnero, el convento es un night club.
—Bueno, te dejo, porque tengo que dar clases.
—Dirás recibir clases.
—No tengo que enseñar varias clases de poses para la revista Kamasutra XXI. Y ahora ya no tengo tiempo; a ver, dónde pongo mi rúbrica.
— Esteeee… ¿de qué me hablas?
— Yo vi un letrero que decía  € 1 millón.
— No, lo que pasó es que quise decir: “€ramos 1 millón de fanáticos tuyos”.
—¿Y ahora?
— Ahora $omo$ 2 millones.
— No, me pregunto ¿y ahora cómo vas a salir vivo de ésta?
Dio un chasquido con los labios y entraron ‘Los Angeles de Lari’, Giró la lengua como aspas de ventilador y sus bulldozers me sacaron en procesión. Cuando el más fornido de todos (alrededor de las dos toneladas) me iba a moler la nariz le pregunté, candoroso, que cuánto ganaba como ángel de la guarda (dulce compañía) de Larissa.
—No, Larissa no nos paga nada –me dijo sonriente—, a mí sólo me basta con que me muestre la lengüita.
En un rapto de inteligencia le mostré la lengüita, para amansarlo y dominar la situación. Ya no recuerdo nada más. Pueden visitarme en el Hospital, cuidados intensivos, traumatismos múltiples. Me reconocerán porque soy el único enyesado de pies a cabeza.