miércoles, 11 de julio de 2012

GABO: CRÓNICA DE UNA LOCURA ANUNCIADA ¡BENDITA SEA!


Por Manuel Araníbar Luna 

La noticia latigueó con la fuerza de un rayo, tostando con furia las computadoras en medios y redes sociales y provocó sonrisas de satisfacción en algunos envidiosos. Se dijo que Gabo padece de locura senil, de Alzheimer.



Si se refiere la noticia a la vejez – en años vividos- del autor de Cien años de soledad, pues no hay nada que objetar, ya son ochentaicinco,  si no me equivoco.

En lo que respecta a su mente, a su locura, no es ninguna novedad. Todos lo sabíamos, era una locura anunciada. Los verdaderos escritores, los más geniales, son locos y Gabo es uno de los escogidos de los dioses, uno de los más destacados integrantes de ese “dream team”. Es un Pelé de la pluma, un Mozart de la máquina de escribir, un Leonardo de la invención de situaciones.

No bien  apareció “Cien años…” surgieron algunos puristas de la vieja escuela que dijeron que Gabo estaba chiflado. El mismo Cabrera Infante lo descalificó. ¿Acaso no les llamaron locos a Tesla, a Dalí, a Chaplin, a Paganini, a Bach, a Poe, a Kafka, a Da Vinci, a …? (añada usted sus locos).

Si ser loco es crear lo que crearon ellos, entonces, bienvenida la locura. Y en lo que respecta a senil, eso ya es un insulto, porque Gabo es el más juvenil que todos los escritores del mundo. Sólo una mente genial, incendiaria y joven puede crear Cien años de soledad, Eréndira. Bendita locura.

Angel caído al corral

Existe un antes y un después de Gabo. Qué hubiera sido de la literatura si esas fantasías no las hubiera plasmado en tinta, si no hubiera inventado a Macondo  y todos sus personajes. Teóricos matemáticos como Newton y Einstein (otro par de locos geniales) nos transportan hacia un universo abstracto de números, atracciones gravitatorias y mundos paralelos, Gabo nos lleva en alfombra mágica a un mundo real, maravilloso y  loco a la vez en el que mariposas amarillas persiguen a un joven enamorado, las Rebecas ascienden al cielo, un ángel anciano cae  a un corral. Bendita locura.

Nos sorprendió, y nos sigue sorprendiendo aún, leer las exageraciones de Las mil y una noches, el Quijote, La Divina Comedia, Gargantúa y Pantagruel, Bertoldo Bertoldino y Cacaseno y muchos  pasajes del Antiguo Testamento. Pues Gabo tiene un poco de la locura de todas esas obras. No por gusto todas ellas se han hecho inmortales. Bendita locura.

“Dos veces me cago en natura”

Esa frescura, esa locura juvenil no la encontraremos  jamás en escritores formales, en aquellos que construyen novelas con planos y fórmulas, como quien construye un edificio, que pergeñan obras de ensamblado en serie al estilo Henry Ford, o levantan un castillos de naipes unidos con pegamento acrílico; pintores abstractos que hacen las mismas manchas que haría un perro con la cola; músicos que reconstruyen temas con trozos de otras.  La realidad de Gabo es otra, la realidad maravillosa de Gabo está en su mente, “cagándose dos veces en natura” (como diría uno de sus personajes). Y cuando plasma aquella famosa frase en  “Cien años…” lo hace mandándole saludos zumbáticos a toda la formalidad (es decir, natura) con el desparpajo con que se expresan todos los locos del mundo, poniendo coraza de acero y paraguas gigante a la lluvia de flechas venenosas, respingos y resquemores de los escritores de saco, corbata y misa de seis a.m. en la catedral, porque los locos saben quiénes los van a embestir. Bendita locura.

Si lo de Gabo es locura, pues bendita sea su locura.