jueves, 7 de octubre de 2010

JULINHO, EL CORRECAMINOS CELESTE


JULINHO, EL CORRECAMINOS CELESTE

ESCRIBE: MANUEL ARANÍBAR LUNA

Cuando llegó al Perú Julio César de Andrade Moura, Julinho para más señas, era un perfecto desconocido. Luego de pasar por el Defensor Lima fue contratado por el Sporting Cristal. Desde ese momento nadie lo pudo olvidar, en especial quienes fueron sus marcadores. Era su rostro inolvidable también porque, dada la longitud de su apéndice nasal, cada vez que besaba a una chica lo denunciaban en la comisaría por desfiguración facial. Y cuando caminaba por las calles tenía que tocar una bocina dos metros antes de voltear la esquina.

Era un jugador imposible de anular debido a su cintura de goma y a su impredecible ruta hacia el gol. Sus arranques y paradas aturdían al más seguro de sus marcadores. Gambeteaba por cualquiera de las dos puntas. Era un trompo carretón en el gramado. Era el Correcaminos burlándose del Coyote. Un malabarista. Un prestidigitador, un Chris Angel con camiseta celeste que hacía lo increíble. Un bailarín de samba mezclada con festejo. Era la quimba y el taquito. La parada de pecho y la volea. La bicicleta y el zapateo. Apenas recibía a la tramposa hacía con ella lo que le daba la gana: la paraba, la sentaba sobre sus rodillas, le daba su tatequieto, la acariciaba, la peinaba con raya al medio, la cuchareaba, la escondía entre sus piernas para ponerla a salvo de los chimpunes rivales que la querían hacer suya. Y cuando se aburría de ella simplemente la ponía donde quería, al alcance de un compañero o un poquito más allá, la mandaba a dormir al fondo de la telaraña, despertando así el rugido de la fanaticada y las mentadas de madre de los hinchas rivales. En cualquier lado de la delantera hacía maravillas. Se jugaba la vida en cada partido, como si cada encuentro fuera una final. Y si, por alguna lesión o suspensión, no salía al gramado, seguía los partidos comiéndose las uñas y jalándose los pelos. Hoy en día, retirado y con diez centímetros menos de nariz, sigue sufriendo en la tribuna de la misma forma por el equipo celeste de sus amores.

Victimas tuvo a montones: Al Cuto lo convirtió en Robocop. Al Cheta lo hizo caminar como cangrejo. Y la tartamudez de Carranza se debe a que nunca lo pudo alcanzar. Dicen las malas lenguas que Carranza siempre habló perfectamente hasta que le tocó marcar a Julinho: fue su desgracia. Se le trabó la columna, las piernas y hasta la lengua:

- ¡Ete… ete.. ese narizón me para haciendo cachita, pe! ¡Eteee.. ¡El día que lo pesque, … ete… yo lo gua abollar, pe!

Pero nunca lo pescó.

Julinho es un personaje carismático. Todos los recuerdan con cariño, menos Mac Allister, el marcador de Racing de Avellaneda. Aquel partido contra Rácing en esa histórica jornada por la Libertadores de 1997 fue la pesadilla del pelado.

Previamente, el colorado, luego de ver todos los videos de los partidos del Cristal, fanfarroneó como lo hace el típico argentino.

- Che, ¿y ese fantoche quién es? Ese papagayo no existe, es una sonaja. ¡Lo via sacar del partido de un solo guadañazo, lo via sacar!


Imitando al Coyote, enemigo del Correcaminos, el pelado hizo mil planes detallados para anularlo. Pero cuando lanzaba el guadañazo quedaba bailando con un pie en el aire como bailarina de ballet. Pobre pelado, quedó convertido en el troncomóvil de los Picapiedras. El quimboso Julinho le hizo tantas huachas que los recogebolas hicieron su agosto vendiéndolas a la ferretería. Patinó como si estuviera pisando huevos sobre aceite. Luego saltó en dos pies como en carrera de encostalados. La cintura se le retorció como tirabuzón. Pobre pelado.

El pelado bramaba, mentaba la madre, escupía. lanzó varios guadañazos con toda su furia gaucha. Pero –como dicen los impotentes- no siempre querer es poder. Lo único que chapó el pelado fue el aire y, eso sí, podó el pasto contra su voluntad -y gratis-, pero a su enemigo número 1, al Correcaminos Julinho nada lo pudo parar. El DT che mandó a que lo marquen entre dos. Nada. Luego vino uno más y les fue peor: los tres defensores juntos bailaron reggaeton pegaditos. El entrenador che lloraba de una impotencia que no se cura ni con viagra. Los de la banca de suplentes le lanzaron cáscaras de plátano, le mojaron el pasto hasta ponerlo barroso, pero Julinho era tan rápido que ni tocaba el grass. Pobre pelado.

Al finalizar el partido, Mac Alister echaba espuma (cervecera) por la boca. Se lo llevaron con camisa de fuerza directo a ponerle calmantes y a enyesarlo. Pobre pelado. Cuando pasen por el manicomio Borda de Buenos Aires y vean en sus jardines a un loco tieso blandiendo una guadaña de juguete regálenle fruta: ese es Mac Allister. Pero no se les ocurra mostrarle la foto de Julinho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario